Os recomiendo vivamente que participéis en esta carrera aunque sólo sea una vez en vuestra vida. No en vano es la san silvestre más populosa del mundo, incluso más que Sao Paulo (Brasil).
Reconozco que la capital de Madrid tiene imán para mí. A pesar de mi origen mediterráneo, algo hace que me sienta como en casa. Son exactamente 10 kilómetros en un Madrid que en esta época del año brilla con las calles iluminadas de adornos navideños y un público vibrante y masivo que anima sobre todo en los kilómetros finales.
Llegamos ayer por la tarde, sobre las cinco. Habíamos cerrado la tienda donde trabajo a la una después de una intensa mañana de ventas de Reyes. En el hotel encontramos las bolsas con el dorsal y el chip que gentilmente un amigo nos había recogido y dejado en recepción. Después de dejar los imperdibles prendidos en las camisetas con el correspondiente dorsal, acudimos andando (a dos kilómetros escasos de distancia) a la salida de la carrera situada junto al Santiago Bernabéu para ambientarnos.
A las seis de la tarde empieza la San Silvestre Popular, una marea naranja de 25.000 personas, que sale en tres oleadas. Apostados en la acera nos vemos absorbidos por los corredores que llenan por completo la calle Serrano. Los hay con peluca, con disfraz, en su mayoría uniformados con la camiseta que este año es naranja y el número del dorsal impreso en ella. Mucho cachondeo entre los participantes y un ambiente especialmente festivo. Nos hemos quedado en la parte de la calle opuesta al hotel (qué fallo de cálculo más inoportuno) y tenemos que cruzar atravesándolos…nos hemos jugado la vida. A las ocho de la tarde empezará la San Silvestre Internacional, en la que participaremos 700 personas que hemos tenido que acreditar una marca inferior a 38 minutos, será entonces mi turno.
En la habitación del hotel llega la hora del ritual: visita a Roca en varias ocasiones, crema calentadora en las piernas y espalda. Hace frío y la idea es ir desde el hotel trotando con la ropa de competición. Salimos hacia Chamartín con el tiempo suficiente para acudir a unos baños prefabricados que inundan los alrededores del estadio, están hechos un asco, parece que todos hayan utilizado sólo ése que estoy habitando, ¿dónde habría una pinza a mano?
Hacemos los últimos progresivos y estiramientos, nos congregamos en torno a la salida como sardinillas de lata, los codos en la espalda del vecino y con el dedo índice en el botón de inicio del cronómetro. Muchos nervios…todos queremos salir lo más adelante posible.
En una tarima elevada un guitarrista toca en directo y a todo volumen una canción de U2, se masca la tensión y los pelos se erizan. Un foco potente nos deslumbra, es la moto con cámara (Telemadrid) cuando empiezan a retransmitir en directo. Siete filas más adelante veo a Jesús España, Chema Martínez, Pablo Villalobos, Luis Miguel Martín Berlanas, Arturo Casado, Marta Domínguez, Alexandra Aguilar, Azucena Díaz, Beatriz Ros……. Estamos cerca de la élite…me siento por un instante élite.
Cuando la canción instrumental de U2 termina dan el pistoletazo de salida. Delante de mí se cae un corredor que trastabilla pero consigo esquivarlo, he conseguido apretar el crono e intento no caerme, vamos muy agrupados y es imposible adelantar. Han transcurrido 500 metros en cuesta arriba y tomamos la primera curva a derechas para entrar en la calle Serrano que es una larga recta de cuatro kilómetros, sólo interrumpida por una plaza con una fuente de delfines (República Argentina).
El trazado de la vallecana es desigual por el desnivel. Los primeros siete son claramente favorables y los tres últimos en subida. Los tiempos de paso de cada kilómetro fueron: 3.30, 3.10, 3.17, 3.19, 3.15, 3.23, 3.20, 3.25, 3.51 y 3.41.
Nos encontramos en la calle Serrano y no hay mucha gente animando, pero la calle está perfectamente iluminada por las luces navideñas. Pasamos por el Corte Inglés, en cada punto kilométrico han puesto música en grandes altavoces, ahora toca la canción de Rocky…. Mis piernas no dan más de sí, frenesí en el que pienso (erróneamente) que voy a adelantar a mucha gente pero me estoy olvidando que es la Internacional y todos están igual o más preparados que yo. Veo a Beatriz Ros a 100 metros por delante de mí, conozco su manera de correr, coincidí con ella en Hamburgo en el maratón del 2.005. En los mundiales de París de 2.003 había sido 9ª con 2.29. Es una buena referencia pero no consigo recortarle metros. Paso a algún corredor, pero no voy cómodo, un corredor que he adelantado hace 300 metros me vuelve a pasar. Me planteo seriamente ponerme a rueda de alguien para reservar energías, pero no me parece lógico cuando lo que quiero es una buena marca y el puesto me es indiferente.
Estamos llegando a la Puerta de Alcalá, está iluminada y a reventar de público. Querría parar a hacer turismo pero tengo prisa porque es el último día del año y he venido a correr. Tomamos una curva cerrada que desemboca en la Fuente de La Cibeles, no derrapo pero casi me estampo porque la fuerza centrífuga me quiere lanzar al público que está apostado en las vallas. No puedo ir más deprisa, no sé si a las cuestas de Vallecas llegaré muerto pero no me importa de momento. Lo que me está preocupando es una rozadura que llevo en el talón derecho, parece mentira que me pase a mí estas cosas pero tanta bajada me está pasando factura…Veo que el crono no es el esperado porque no consigo bajar claramente de 3.20 y en estos kilómetros es fundamental para estar en 32 minutos.
Paso el ecuador de la carrera (kilómetro 5) en 16´33´´ y comprendo que hoy no va a ser mi día…. Paso al plan B, es decir, pelear y disfrutar del combate… abrir bien los ojos y vender caro mi puesto. Adelantar a alguno y que no me adelante nadie. Pasamos el 6 en 19.57 e intuyo que estoy encabezando un grupo porque oigo muchos jadeos detrás de mí pero no me importa porque he venido a Madrid a correr y no quiero perrear. No me importa que se aprovechen de mi trabajo. Vendré otro año con la lección más aprendida y más entrenamiento.
Cada vez hay más público. Pasamos por el Paseo del Prado y por la Estación de Atocha y me acuerdo de las víctimas de los atentados del 11-M. Ahora empieza lo duro y lo que llevo de ventaja sé que lo voy a perder… tendría que hacer la segunda parte de la carrera en 16´26´´ y el escozor del talón no me dejaría aunque fuese todo llano hasta la meta…
El público nos echa espray y es buena señal porque quiere decir que la cabeza de carrera ha pasado tan sólo a dos minutos y todavía les queda espuma en los botes. Me manchan el pantalón y para mí es todo un honor. Los niños sacan las manos para que se las choquemos, se estrecha el pasillo tanto que parece la parte final de una etapa del tour de Francia, casi imposible adelantar y donde sólo cabemos dos corredores en línea. Se me ocurre chocar la mano a unos niños y me hacen desequilibrarme un poco. Decido a partir de entonces no hacer más tonterías y concentrarme en la subida y concretamente en coger a Beatriz Ros que poco a poco la tengo más a tiro. Está sólo a 60 metros, va acompañada y no consigo recortarle distancias.
La música en Vallecas ensordece, el barrio está volcado con los corredores. Intento esbozar una sonrisa de agradecimiento y de esta manera ahuyentar la sensación de agonía que me invade.
La rozadura ya empieza a ser insoportable y me consuela pensar que sólo me quedan diez minutos de “escalada”. Llegamos a un falso llano y después unas curvas enlazadas que tomo a ciegas con rabia y como tomando impulso. Los aplausos te llevan en volandas y veo cercana la meta pero hay que seguir braceando.
Sin darme cuenta y por su propio peso alcanzo a Bea, es una buena señal. Me anima pensar que supero a los corredores y prácticamente nadie me adelanta. Tengo ganas de entrar en el estadio del Rayo Teresa Rivero, quedan pocos más de 500 metros pero parece que no llega nunca el momento de acabar la oscuridad de las calles y adentrarme en la luz potente del estadio. Por fin oigo al speaker y el aplauso atronador del público cuando llega la primera corredora, pero a mí me quedan casi dos minutos para finalizar.
“Ciego” y con el ácido láctico saliéndome por las orejas sólo me limito a seguir al que me precede y entro con un grupo de cuatro corredores. Miro el crono y corroboro que no voy a bajar de 34 minutos, ralentizo imperceptiblemente la marcha así, de esta manera, llegaré en solitario a meta y se me verá bien en el video que colgarán en la red. Saludo al público aunque sé que no tengo a ningún conocido. Beatriz Ros me está intentando adelantar pero reacciono para que no me supere. Al final tiempo de 34.13, a una media de 3.25 el kilómetro, el puesto 124 de 700 valientes. Ha sido una excelente manera de acabar el año…
Medio cojeando por la rozadura me quito el chip y nos disponemos a coger el metro (que para los corredores es gratuito esa noche) en dirección al hotel. Hay que ducharse rápidamente, a las diez vamos a una cena de cotillón en un restaurante argentino…, lo que siguió después de la cena transcurrió cerca de la Puerta del Sol, los que lo vieron lo pueden atestiguar. Yo sólo diré que acabamos la noche a las ocho de la mañana tomando un chocolate con churros en la calle Diego de León. Había sido un día duro de competición…