Nací en 1971. La carrera a pie no estaba muy extendida en los 80. Eramos pocos los que acudíamos al Paseo de la Alameda en Valencia a sumar kilómetros de fuente a fuente. Algunos nos habían precedido cuando las imágenes eran en blanco y negro: Mariano Haro, Rafael Blanquer, Jordi Llompart,… unos iluminados.
En mi casa siempre se vió como una ocupación poco productiva. Se favorecía el deporte pero dentro de los límites que suponían la dedicación esporádica y en el marco único de la salud y de una ocupación que me alejara de los peligros propios de la adolescencia. Mi intento de programar y diseñar los entrenamientos era visto con recelo. Incluso a día de hoy se me anima a hacer deporte al modo en el que lo hacen mis hermanos, sin la dedicación a veces espartana y metódica del que busca límites en su rendimiento. Se me recuerda que los años no pasan en balde ( llevan diez años diciéndomelo) y dudo mucho que dejen de decírmelo en los próximos diez.
En mi entorno nunca se favoreció decididamente la práctica deportiva en los términos y con las evoluciones propias de la mejora. Uno empieza por un motivo y se le van sumando muchos otros. Y, ¿qué le vamos a hacer? Uno no siempre elige sus aficiones, se queda atrapado por la magia de un instante, de una casualidad, de un encuentro.
Cuando debuté con 18 años en el Maratón se interpretó como una excentricidad. Desde pequeño supe que no llegaría a olímpico pero no me importó. Quería buscar mis límites, optimizar mi cuerpo, disfrutar de la sensación de libertad, de fuerza y ligereza que me daba el sentir el aire azotando mis mejillas. Nunca este hobbie me ha abandonado del todo. Porque la genética me dio la espalda desde que nací, lo supe pronto y lo siento en el alma (aunque por otra parte no tiene precio debutar en Maratón en 4 horas 13 minutos).
Sigo corriendo a pesar de ser un paquete. Quizá precisamente por eso. Y a cada estímulo negativo que me recuerda la necedad de mis mejores ratos diarios, más me reafirmo en mis pasos. Porque realmente las cosas aparentemente inútiles que hacemos a diario son las más importantes y las que restauran diariamente nuestra frágil felicidad.
Y así sigo, tozudo y perseverante. Citado a diario con mi encuentro, cara a cara, conmigo mismo.
No oigáis las voces de los que en el fondo tienen mucha envidia cuando volvéis sudados y con una sonrisa de oreja a oreja. Seguid, seguid disfrutando de la visita diaria con la fatiga, ésa que siempre os descansa.
Como diría la Pantoja: «Dientes, dientes….que es lo que les jode».
Buenos dias, he empezado bien la semana gracias a este artículo. Soy mujer, 34, y mi peso y mi cuerpo no acompaña al running, pero ahí sigo, de paquete pq siempre voy la ultima, pero termino, y me he dado cuenta de que no puedo aspirar a mas, simplemente a seguir……………………….
por una vida sana llena de pequeños momentos como el que atravesar los arcos de una carrera, aunque seas el último!!!!!!!!!!!!!!!!
Es maravilloso ser un paquete.¡ Sólo hay mejora ! Además la actitud debe ser esa. La humildad y ser realistas con uno mismo son la base. Primero se anda y luego se corre. Bravo Esther. A los que entreno sólo les pido que tengan tu actitud, y a ti te sobra.