Roma,… luz eterna

Esta semana he estado muy pesado con mi Maratón de Roma del domingo 23 de Marzo de 2.014.

A lo Umbral, quería hablar de mi libro. Porque he vuelto de la Ciudad Eterna removido tras meses de preparación y de ilusión por un objetivo en el que se han sobrepasado las expectativas. Tenía la duda de a cuántas de las personas que conozco les podría interesar. También dudaba de la profundidad con la que debía contarlo.

Me he visto en muchas tesituras relacionadas con los 42.195 metros. O bien llevando a meta a Campeonas de España o bien dejándome la piel por un objetivo ambicioso y personal. Pero ayudar a tu novia a rebajar 16 minutos su marca en Maratón es una cuestión mucho mayor.

Todo comenzó en noviembre, después de la Maratón de Zaragoza de Septiembre. Había que dar continuidad al 3.59 del debut de Lucía. Se barajaron muchas ciudades europeas pero ganaba y por goleada Roma. El empedrado romano no era un problema sino, al revés, un acicate.

La clave de la carrera fue la salida. Le echamos morro y funcionó. 19.600 personas corriendo un maratón son muchas personas. Intentar salir en una posición adecuada un reto. Conocía de la estrechez del primer kilómetro y pasé muchos días pensando en esta circunstancia que me desvelaba por las noches. Era vital salir en el ritmo objetivo y evitar el slalom de personas.

Nos encontramos treinta minutos antes de la salida en el lugar donde derivan a los corredores a su correspondiente cajón. Las vallas altas hacían imposible cualquier intento de cruzar «la alambrada». Lo había visualizado muchas veces. Mi dorsal rojo 167 tenía que abrirnos la puerta.

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El cajón B (del 601 al 3000 masculino y del 151 al 600 femenino) era el objetivo, pero no nos correspondía a ninguno de los dos. Estábamos jugando a ser pícaros y sacar un provecho que para nada ponía en peligro la integridad de nadie. Lucía tapaba su dorsal con la camiseta que posteriormente tiró al público y que utilizó para abrigarse en la espera final antes de la salida y yo enseñaba mi muy apreciado dorsal rojo que daba acceso al cajón A. El hombre de la organización me invitaba a pasar a posiciones más adelantadas por un acceso ansiado por todos y accesible sólo a los 600 primeros. Yo declinaba la invitación y le hacía saber con una mirada preñada de determinación que la ragazza y yo éramos «una misma cosa«, que yo quería ocupar posiciones traseras y que teniendo el dorsal 167 bien sabría qué hacer con mi acompañante. Y así fue, el milagro de la persuasión hizo que entrásemos por la puerta que nos conducía a la antesala de la gloria. Sólo 400 corredores nos separaba del mismísimo arco de salida. Hubieran sido 8000 en el supuesto de no haber atravesado ese control. Los botes de alegría que dí y los gestos contenidos de euforia resonaban por todo el Coliseo. Los leones rugían y nosotros, vulgares cristianos, aprovechábamos la dádiva de un momentáneo pulgar levantado.

Ya ubicados en el cajón y esperando al disparo nos cayó una manta de agua. Parecía Auschwitz y nosotros los delgados presidiarios a punto de ser gaseados. Se oían improperios en todos los idiomas. Y el sentido del humor afloraba ya que un italiano con sorna comentaba que con el agua que caía podríamos ya ahorrarnos el avituallamiento del kilómetro 5. Un italiano estaba de rodillas con los brazos abiertos rezando por una intención personal. Un corredor escuálido del este europeo sonreía. Su mirada era de aquellas que sólo pueden salir de un ser bondadoso. Los gotones de lluvia nos resbalaban por la cara y nos mirábamos con piedad. Resignación, aceptación de la voluntad divina. Los Césares querían nuestra sangre y nosotros queríamos entregarla para redimirnos.

Después de la fugaz pero inmisericorde lluvia y justo antes del disparo de salida un rayo de sol se abrió paso entre las oscuras nubes. Nos iluminó. Me hizo recordar la célebre escena de «Milagro en Milán» (1951) en la que un grupo de desheredados se hacinan junto al rayo para calentarse en mitad de la niebla. Atronadores sonaron los vítores de un tropel de seres humanos nerviosos ante el reto maratoniano. Un halo de esperanza, una señal divina de que todo iba a salir bien.

La historia concreta de estos 42 kilómetros, para los que me conocen bien, saben que no hablará de ritmos ni de pulsos. No pretendo aburrir a nadie. Quiero, en el fondo de mi corazón, intentar acercar a los neófitos a estas cuestiones y hacérselas más asequibles. Querría llegar al corazón del que le gustaría correr un Maratón y no se atreve por falsa modestia. Animar al que piensa que no sirve.

Todos servimos, todos valemos para dar un paso detrás de otro y, a través del movimiento, decirle al mundo que queremos Vivir con mayúscula, de una manera más intensa.

Sólo diré que el Vaticano fue, allá por el kilómetro 18 –al pasar por debajo de la ventana por donde el Papa Francisco se asoma para rezar el Angelus a las 12 del mediodía– cuando todo se iluminó. Igual que el rayo escasos minutos antes de la salida de esta maratón hizo su aparición por las atribuladas cabezas, así fue cómo sentí que iba a salir todo bien. A pesar de arreciar la lluvia del kilómetro 18 al 22 mi cabeza estaría soleada hasta la meta.

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Desde el kilómetro 35 estuve, como un espectador privilegiado, ubicado en el epicentro del sufrimiento de Lucía. Los 26 videos que grabé están guardados como oro en paño. Documentos de vida, de lucha por la vida. Cada día que pase aumentarán su valor. Un valor que radica en las ganas de agradar, en las ganas de trascender y vencerse. Bravo Lucía. Bravo por todas las  personas que eligen esta manera tan peculiar y generosa de decirle a sus seres queridos que su vida tiene todo el sentido.

Los leones ahora son ya unos lindos y amaestrados gatitos. En un rincón de su casa guarda junto a sus dorsales el del que escribe porque –ya se lo dije con la mirada al controlador de los cajones—«somos una misma cosa«.

6 comentarios en “Roma,… luz eterna

  1. Buenos dias, los pelos como escarpias de leerte, de imaginarme como debió ser, km a km, los dos mano a mano, y de como otra mujer mas superaba la marathon, la prueba de las pruebas, la prueba de los hombres y mujeres excepcionales. Que palabras que los que hace ya algunos días ponemos un pie delante de otro, en objetivos mas humildes, pero igual de importantes, poco a poco, y cada uno a su ritmo se van consiguiendo………………………la marathon es algo inalcanzable para mi, pero se que algun dia y espero que sea al año proximo conseguire pasar el arco de la media y ese día sere muyyyyyyyy feliz.

    Este deporte une de forma especial, a personas que de otro modo no nos conoceríamos, así que para aquellos que han pensado en probarlo, ANIMAROS porque la vida cambia , y es mejor, y tu eres mejor.

    Enhorabuena por vuestro marathon romano, y millones de gracias por compartirlo………………………….porque se de que hablas cuando hablas de correr…………

    Un abrazo y HURRA POR LAS MUJERES QUE COMO ROSA CORREN!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    • Hola Esther.
      Estoy muy de acuerdo con todo lo que dices. Te agradezco mucho lo bien que expresas las ganas de ser maratoniana. Ya has dado el primer paso: lo has imaginado, lo has soñado.
      Todo empieza en la mente. Ella, junto con el corazón, hacen moverse las piernas.

      Un saludo y gracias de nuevo.

      Juan Romero

    • Madre mía Esther, qué emoción leer tus palabras y ver cómo vibras con todo esto. Ánimo a por esa media, no importa la distancia, importa la intensidad y las ganas que le pones. Y seguro que en menos de lo que te imaginas, te encuentras corriendo medias e incluso maratones. Yo hace muy poco tiempo tampoco me imaginaba haciendo estas cosas, me parecían proezas y ahora ya estoy pensando en la próxima… Seguro que a ti también te ocurre lo mismo.
      ¡Hurra por ti y por quienes como tú corremos con ánimo de superarnos, de ser mejores personas y de vencer nuestros miedos! Te dejo un enlace de una carta abierta que escribí a mis hijos, hablando de todos esos temores antes de mi primer encuentro con los 42 km. Creo que como mujer y como corredora, te gustará:
      http://lasmamasde.conpequesenzgz.com/2013/09/carta-abierta-de-una-madre-futura-maratoniana-a-sus-hijos/
      Y ojalá un día nos crucemos por los caminos, con nuestro pasito más corto y calmado que el de los hombres, pero devorando kilómetros igualmente.
      Un abrazo

  2. Pingback: Cuatro maratones en un año. | Aprende a correr

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