Hace años que oí por primera vez la palabra resiliencia. Fue de forma totalmente casual en el transcurso de una velada poética a la que soy tan aficionado. El poeta antes de empezar nos explicó su significado, cosa que hoy en día no sería tan necesario porque su uso está más extendido. El diccionario la define como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
En mi opinión las únicas diferencias sustanciales que hay entre un corredor popular y un atleta de élite serían tres:
1. Mejor economía de carrera del corredor de élite, que se traduce en un mejor gesto técnico y en haber tonificado y armonizado su cuerpo para desarrollar mayores prestaciones cronométricas.
2. Un consumo de oxígeno (VO2max) más trabajado por tener un cuerpo lo más ligero posible sin detrimento de la fuerza necesaria para moverlo.
3. Mayor sufrimiento o capacidad agonística. Se mantiene mucho rato en un nivel de intensidad medio-alto. Sabe sufrir.
¿Cómo podríamos modificar estas cuestiones para intentar acercarnos a los pros? Lo que tenemos más a mano y de manera inminente es el trabajo de nuestra cabeza. La economía de carrera y el consumo de oxígeno son variables que se pueden mejorar con el transcurso del tiempo pero nunca de manera inmediata. El peso adecuado, si no lo tenemos, vendrá con los meses. El consumo de oxígeno está determinado en gran medida genéticamente, pero lo que podemos trabajar hoy mismo en nuestro trote o en nuestras series es la cabeza que siempre nos acompaña mientras corremos.
Todos tenemos la experiencia de que correr es un tema de coco. En las carreras notamos como, entre un nutrido grupo de corredores de similar forma física, han triunfado los que han tenido un cabeza a prueba de bombas.
Excusas para aflojar siempre existirán. La auto-compasión es muy humana y tantas veces perniciosa. Lo sobrenatural es tirar para adelante sin paños calientes. La persona entrenada sabe dónde están sus límites y nadie mejor que él conoce hasta donde pueden llegar sus fuerzas. Y las fuerzas mentales (el autocontrol y la tenacidad) se pueden y se deben trabajar en los entrenamientos.
Todos tenemos presente la imagen de Indurain en mitad de la contrareloj, su sonrisa de hiena, con la boca abierta y la mirada fija. Moviendo músculos y litros de aire a expuertas. Concentrado en su esfuerzo máximo y continuado.
Hay dos frases que utilizo muchas veces para expresar la radicalidad del mensaje, suenan muy extremas e incluso podrían llegar a ser políticamente incorrectas en los tiempos que corren de flojera existencial: «¡A muerte hasta vomitar…..y luego a tope !» y la otra «Cree en ti, y haz que suceda»
El entrenamiento sirve para amueblar nuestra cabeza. No perdamos ocasión de hacerlo. Es nuestra arma secreta.