Es habitual que muchos corredores a la vuelta de una maratón en el extranjero me comenten que han disfrutado de la experiencia pero no hagan mucha mención al resultado. Les queda el consuelo del «pasarlo bien». Si después de gastarnos los dineros en un viaje programado con varios meses de anticipación y conocer un país desconocido ( o conocido pero atrayente por distinto) no lo hemos pasado bien, entonces deberíamos cambiar de deporte.
Visitar un país o ciudad y a la vez correr un Maratón es una experiencia, en si misma, muy gratificante para cualquier corredor. Pero, no nos engañemos, viajamos para hacer una gran carrera, para hacer rendir el entrenamiento con el que acudimos ilusionados a la cita. El viaje debería, por tanto, tener dos finalidades: el deportivo y el turístico. Y en ese orden.
Correr en casa ( cada uno en su ciudad) tiene todas las ventajas. Correr en el extranjero no tantas. Porque suelen ser maratones multitudinarios.
Si vamos a Nueva York, París, Boston, Londres, Roma, Berlín, Chicago, Tokyo,….ya sabemos de antemano que lo haremos rodeados de una masa de corredores. Y las grandes aglomeraciones de personas sólo pueden generar incomodidades: largas esperas, trayectos pre y post carrera excesivos, y un largo etcétera.
Enumeraré un listado de cosas que podrían ayudarnos a realizar la carrera soñada incluso en el extranjero:
1. Llegar como mínimo el viernes para reposar el viaje. Si es vuelo transoceánico incluso un día más. El jet lag cansa y mucho. A ser posible reconocer el lugar de la salida antes del domingo para analizar los accesos. Si coinciden salida y meta en el mismo lugar y tenemos el hotel cerca, hacer el trote suave de 20 minutos el sábado para estirar las piernas y de paso calcular la logística del día siguiente.
2. Recogida del dorsal mejor el viernes que el sábado. Las ferias del corredor son agotadoras.