Como os podéis imaginar han sido muchos los masajes y los masajistas que he necesitado e incluso fueron largos los periodos en los que el masaje fue semanal, por ejemplo cuando el volumen de kilómetros a la semana promediaba 180 e incluso más. En otra entrada (pincha aquí), explicaba las lesiones más habituales del corredor y mi visión del tratamiento de las mismas también la reflejé en esta otra entrada.
Podríamos, de manera simple, clasificar al genérico «masajistas» por titulaciones:
a) quiromasajista. Obtenido en un cursillo de poca duración y con una capacitación «menor» a la hora de diagnosticar certeramente
b) osteópata: Estudios que se centran en la conexión del sistema esquelético y que le capacita para hacer movilizaciones óseas.
c) rehabilitador: Entendido en terapias funcionales y recuperación de movilidades atrofiadas.
d) fisioterapeuta: Lo más parecido a un médico. Amplios estudios de anatomía y años de codos y prácticas.
La titulación tiene su importancia pero, como en todo, además de los conocimientos (imprescindibles) está la voluntad del «sanador» de querer curar lo antes posible, su ojo clínico, su experiencia anterior y su implicación o intensidad aplicada al problema que le planteemos.
Al sanador le llegamos con un problema, una equis que tiene que despejar. Nuestra realidad y su sabiduría se juntan para que, en el menor tiempo posible, sea resuelto el entuerto.
Siempre digo que el mejor masaje es el que no se necesita, es decir, cuando vas al masaje sin que duela especialmente nada. ¿Nos acordamos del masajista como una manera de prevenir lesiones? ¿Cada cuanto habría que darse un masaje? ¿Sólo voy cuando me duele algo?
Cada 3 semanas podría ser una buena frecuencia para una persona que se entrena y se machaca con series, cuestas y fartlecks.
¿Qué día es el mejor para dárselo? A principio de semana si tenemos competición el domingo y nunca justo antes de un entreno fuerte. Intentar que coincida con un día de descanso activo ( después de un trote regenerativo por ejemplo).
En el caso de personas que entrenan, es necesario que el dolor esté presente cuando nos dan el masaje. Porque los dedos actúan presionando. Es lo que se conoce como «masaje deportivo de descarga» y para que sea eficaz hay que sufrir.
Es importante que se trabaje con las manos. Las máquinas puntualmente pueden estar bien, pero las manos llegan mucho más profundamente y con más criterio a las zonas musculares y tendinosas que tanto nos apuran.
Si eres un corredor que busca superarse a sí mismo, seguro que tendrás que acudir a la camilla por alguna avería. Hay «masajistas» que son maravillosos para diagnosticar pero que les falta fuerza en las manos, hay otros que para «soltar» piernas son estupendos pero que no tienen tanta vista con las lesiones, hay otros que aúnan conocimientos de osteopatía y fisioterapía y por tanto son más completos.
Existen diversos tipos de masajes: el relajante, de drenaje, descontracturante, deportivo y el terapeútico. Y existen varios tipos de masajistas: los buenos amasadores pero no se te ocurra ir con un problema complejo porque tocarán de oído, los que diagnostican certeramente pero les falta fuerza en las manos, los que te alargan el tratamiento sine die, los que nunca han corrido y no entienden realmente la relación y el juego de poleas y tensiones propios del correr, los que sin haber corrido tienen la sabiduría propia del corredor, los que no te juzgan por tus excesos pero te ayudan a minimizar los daños, los que aconsejan pero hacemos caso omiso porque no confiamos ciegamente, los que tras varias sesiones van aprendiendo la textura de mi músculo y se van adaptando a las sensaciones transmitidas por el paciente en semanas precedentes, los que no preguntan tus volúmenes kilométricos y tus intensidades, los que se hacen cargo de todo esto para adaptarse.
Las lesiones pueden ser agudas o crónicas. Para las agudas cualquiera vale. Para las crónicas ( en las que están implicadas diversos sistemas y su origen es relacional) el ojo clínico del terapeuta es la clave del éxito. El dar palos de ciego es algo, por desgracia, muy habitual.
Hacer caso al «sanador» es importante. Creer en él es una buena manera de empezar a curarse. La impaciencia del paciente es habitual. Entrenar suave después de una lesión y sentir que entiende nuestra «urgencia» por estar otra vez en primera línea de batalla es una suerte que no hay que dejar soltar.
Juan, muy buen comentario, sobre lesiones y tratar al menos de recuperarlas,ojala muchos sigan tus consejos, y como siempre nos vemos en la camilla, un abrazo y felicitaciones por la extrema y tus 44 km, dos logros mas en tu palmares, FELICITACIONES, un abrazo.