El pasado domingo 26 de julio tuve la suerte de participar en esta carrera. La localidad de Benasque se encontraba sitiada por los más de 2.600 corredores que, junto a sus familias, iban a pasar un fin de semana inolvidable. Porque inolvidable siempre es la montaña y porque la dureza de sus laderas y las vistas que atesoran son siempre un regalo.
Ha sido mi segunda incursión en el atrayente mundo de las carreras de montaña, a la que llegaba como un estudiante que toma apuntes y que absorbe todo tipo de imágenes y escenas. Así, en la Avenida de los Tilos de Benasque, nos sentábamos a cenar en la tarde-noche del sábado, en una mesa que hacía de pasillo junto a otras para los corredores de la Ultra. De mayor yo quiero ser como ellos….sus caras de satisfacción al llegar, sus piernas castigadas por los riscos y collados, sus miradas cansadas por horas de oscuridad sin posibilidad material de dormir. Un ejemplo para todos: nuestros héroes. Aplauso obligado, empatía contagiosa y reverencial.
El Viernes a las 12 de la noche habían empezado los valientes del Gran Trail Aneto-Posets (109 Kms). Al día siguiente, sábado, era el turno de los corredores de la Vuelta al Aneto (68 kms) y de los que hacían el Maratón de las Tucas (42 Kms). Ya el domingo se celebrarían las dos carreras menores: La Vuelta al Pico Cerler (22 kms) y la Vuelta al Molino Cerler ( 9 Kms).
Gracias a Biofrutal –geles ecológicos- que patrocinaba la prueba, me pude apuntar a la carrera de la Vuelta al Pico Cerler junto a 500 personas. El domingo a las 9 de la mañana se daba la salida y allí habíamos quedado Ramsés, Nacho, Daniel y Javier. Debíamos entrar a la zona vallada con el DNI fisico para comprobar que la identidad se correspondía y no tener problemas con el tema de los seguros.
Ambientazo en la salida. Megafonía y música a volumen alto. Despedidas y un hasta luego. Todos concienciados en hacer un buen papel. Cada uno según sus posibilidades. Haciendo caso a Javier Laguens, gran conocedor de la Vuelta al Pico Cerler, salí hacia Anciles como alma que lleva el diablo. Llegué a ir en primera posición, fue una sensación muy estimulante que hacía mucho que no la tenía. Sabía que estar tan delante me pasaría factura pero valía la pena. Los dos primeros kilómetros en 3.34 y 3.45. Una vez en Anciles empezaba el sendero y sería obligado ir en fila de a uno. A la «meta volante» había llegado bien colocado.
Una vez en el camino que lleva al Molino la cuestión era la de ver quién era el primero en andar. Tenía curiosidad de saber si mis seis acompañantes lo iban a hacer y cuando.
La realidad se imponía. A los pocos minutos ellos seguían corriendo mientras que yo, torpón, andaba lo más rápido que podían mis piernas. Al no conocer el recorrido, las incógnitas se iban resolviendo sobre la marcha. Ibamos cogiendo altura a marchas forzadas. Los pulmones no eran capaces de abastecer a tanta demanda de oxígeno. El ansia por coronar y empezar la bajada ocupaban todo el disco duro de mi memoria. Pero se hacía esperar. Subía con el corazón en la boca pero las imágenes de los corredores de la Ultra no se me iban de la cabeza. ¿Qué era esto comparado con lo de aquellos?
El último kilómetro hacia la Colladeta se empina y se atraganta. Menos mal que Loli (la mujer de Javier) y sus dos guapas hijas están justo en la base de la rampa con una fresca botella de agua. Gracias sean dadas a todas las personas, voluntarios o no, que velan por la integridad física y moral de los corredores. Sin vosotros nada.
Respiro durante cinco segundos en el avituallamiento de la Colladeta. Arrecia el viento fresco y no deseo perder muchas posiciones. Me siento muy afortunado tras haber superado los 1.230 metros de desnivel positivo. La bajada es mi asignatura pendiente. Pierdo altura fulgurantemente, las primeras curvas son muy cerradas. Confío en que las rodillas no se quejen demasiado.
He subido en 1hora 35min. No sé lo que representa y en cuánto tiempo estaré otra vez en Benasque. Ya da igual realmente. Lo más difícil está hecho. Ahora quiero bajar sin que se note mucho que soy un perfecto llaneador asfaltero. Duelen los muslos, es lo que toca.
El sendero que lleva de Cerler a Benasque es precioso. Emboscado y revirado. Deliciosamente pirenáico. Las ganas por alcanzar el pueblo prevalecen pero la sensación de haber realizado una buena carrera también está instalada en mi cabeza de principiante. Me han adelantado tres corredores en la bajada. Son formulas uno y yo un utilitario.
Las ganas por venir el año que viene a por la Ultra de 109 kilómetros se han actualizado. Quiero enfrentarme a las noches en vela, al desnivel de los macizos del Aneto y del Posets. Tengo una asignatura pendiente, las que la vida me va imponiendo y las ganas de superar retos y enfrentarme con nuevas emociones. Porque quiero enfrentarme a la Avenida de los Tilos después de más de 24 horas de carrera, ese es mi destino. Lo supe pronto. La montaña y sus excesos me esperan. De ahí no se mueven.
Hay mucho que aprender todavía. Hacia fuera y hacia dentro. Tengo la necesidad de aprenderme. Siempre aprendiendo.
Ostias Juan eres incbustible, que envidia sana me das.
Al año que viene si puedo ir estaré esperándote para aplaudirte con fuerza.
Hola José Carlos. Todo es cuestión de método, de cuidarse un poco y de planificar. Luego le añadimos un poco de cabeza dura y ya lo tenemos, jejeje Nos vemos el año que viene. Vete preparándote para hacerla a mi lado. Querer es poder…. Un abrazo fuerte. Juan
Hola Juan
Acabo de leer tu articulo de la Aneto-Posset. Como tu dices los que somos de asfalto nos queda que aprender en la montaña.
Tienes mi admiracion y un abrazo fuerte.
GRANDE JUAN