¿Quién me hubiera dicho que fueras a protagonizar una de las entradas de este blog? Una vez más, las vueltas que da la vida, querido Iván.
El pasado viernes 7 de octubre recibiste una brutal paliza. Nuestro amigo común, Alberto Nuño, me informó casi dos días después. Y desde entonces estoy conmocionado, sorprendido por llorarte.
Ninguna de las noticias que han propagado desde entonces, algunas precipitadas y sensacionalistas, no han conseguido ni que aumente mi odio hacia la persona que te dio la paliza ni que me interesen realmente los móviles de tan deleznable acto. Sólo quiero que nos veamos de nuevo en ese parque de Zaragoza que ya no es el mismo desde hace una semana. Al comentarlo con algún corredor coincidimos en que cuando pisamos el parque nos falta alguien. Parece mentira que sigan los árboles en el mismo sitio y que tú no aparezcas de repente, con la velocidad del rayo y la mirada fija.
La primera vez que supe de ti fue en el 2004, cuando me enfrenté a mi primer 100k. Ansiaba batir el record de Aragón que tú poseías. En ese 2 de octubre, en Santa Cruz de Bezana (pueblo cercano a la ciudad de Santander), conseguí bajar 15 minutos tu marca mientras que tú te retirabas. Te alegraste, eso decían tus labios pero no tus ojos. Siempre fuiste muy competitivo. Eramos sólo 2 frikis en Aragón frente a la inmensidad de la distancia. Era inevitable que nuestras vidas se unieran de alguna manera por dedicarnos de lleno a estos menesteres, pertenecemos ya para siempre a una tribu con pocos integrantes.
Ya en el 2005 volvimos a repetir escenario para «los 100» y compartimos el viaje de ida en el coche. Los dos fracasamos estrepitosamente. La vuelta ya no la hicimos juntos porque eramos el agua y el aceite. Desavenencias irreconciliables que a día de hoy me sonrojan al pensarlas.
A partir de entonces fuimos para siempre «enemigos íntimos». Nos observábamos en la distancia. Conversaciones fugaces, de ascensor. La de días que hemos coincidido en el parque entrenando pero cada uno a lo suyo. Miradas furtivas, ésas que sirven para tomar la matrícula y saber, como radares de carretera, la velocidad de las series. Pasaban los años y él repuntaba a cotas inimaginables. Yo fui a menos. Él participaba en todas las carreras con brillantez y mi admiración hacia él crecía porque alguien que se implica tanto con el atletismo sólo puede generar mi adhesión.
El respeto era indudable. El cariño supongo que también. Porque de tanto estar en esto que llamamos atletismo se genera un admiración condimentada por el conocimiento de lo difícil que resulta estar siempre ahí. Pero nunca se daba la ocasión de decírselo porque prevalecía la sensación de vergonzante reconocimiento del mérito del otro. La malnacida envidia.
El domingo 18 de septiembre, a una semana de la maratón de Zaragoza, nos vimos a solas. Anochecía en Zaragoza y yo iba mientras tú venías, al correr por el Canal Imperial de Aragón y hacer la última tirada. Íbamos deprisa. Era un lugar lejano a la civilización, sólo podías ser tú. Nos dedicamos sólo una leve inclinación de cabeza.
Ayer no pude ir a la quedada que se celebró en el parque, en nuestro parque. Hemos tenido que echarlo a suertes entre mi compañero y yo. No era cosa de dejar desatendida la tienda. Lo que hubiera dado por estar y que ésa moneda hubiese sido cara.
Ayer te quitaron la sedación por la tarde y saliste del coma inducido. Estoy ansioso por saber cómo reaccionas; Tu capacidad de recuperación que siempre ha sido antológica; Tus ganas de salir a entrenar. Será lento, no tengas prisa, estaremos todos esperando.
Iván, hoy descubrí una palabra en el diccionario: «apapacho», más utilizada en paises de iberoamérica, que significa palmadita cariñosa o abrazo. Y eso es lo único que quiero. Darte un abrazo cariñoso, largo y sentido.
Ahora Iván, me voy a trotar un rato, a pensarte por nuestro parque, ése que nos ha dado tanto y nos seguirá dando.
Juan cada vez me alegro más de haberte conocido.
Un abrazo
Lo mismo digo José Carlos.
Un abrazo
Juan
Juan: estas palabras te honran como persona. Un abrazo.
Gracias Jorge. Ha habido personas que han pensando que he utilizado a Iván en provecho de este blog. Te puedo asegurar de la autenticidad del dolor y del afecto que se me ha generado. Si no hubiera sido así, hubiera sido muy mezquino por mi parte. Pensé largamente cómo hacerlo y cómo decirlo.
Hoy Iván ya respira por sí mismo. Todavía no ha despertado y estamos todos muy pendientes.
Un abrazo
Juan
A mi me ha gustado mucho tu entrada. Creo que la haces con mucho cariño y respeto. En circunstancias así, los «piques» deportivos pasan a un segundo plano y como tú dices, hasta «sonrojan». La calidez, el vuelco que ha habido con él, es impresionante, y sé que le hará llorar de emoción. Estoy deseando el día que te lea esta entrada y se le dibuje una medio sonrisa, que se le dibujará, ya verás.
Gracias Vanesa. Muchas gracias por todo.
Juan