Amo lo que hago. Y lo que hago, básicamente y resumiendo, es correr. Mi día a día está salpicado por esta pasión. Pienso y siento con los parámetros de la carrera y todo me lleva al cuerpo humano en grácil auto-movimiento. Me altera el no poder correr por lesión, el sobreentrenamiento, la saturación de carreras en el calendario y el no tener la motivación suficiente para esforzarme un poco más cada día. Porque cuando el amor se acaba, ¿A dónde se va?
Empecé en esto de las maratones en 1989 cuando todavía no estaba de moda y quizá porque eramos pocos me obligaste a quererte. Mi relación contigo ha sido siempre intimista. Al principio era un encuentro esporádico, anual, áspero, amargo. No estaba preparado para gozarte y me movía con la torpeza del que no sabe bailar.
Con los años aprendí a seducirte, te frecuenté más a menudo y me engatusó la dulzura de tus encantos. Mi amor a ti se fue ahormando y desaparecieron poco a poco los temores y el deseo de los primeros escarceos. Ahora, que te conozco y te respeto más creo que me responsabilizo mejor de tus excesos. En el fondo me has enseñado a amar.
Estaba en el kilómetro 13 de la Maratón de Valencia pensando en la relación que tengo contigo. Todo se desencadenó al oír una canción que sonaba en unos potentes altavoces: «La bicicleta» de Carlos Vives y Shakira. Tenía que moverme sin deseos ni temores. Estaba inmunizado (eso me decía) al miedo. El dolor me iba a acompañar sin duda en los kilómetros finales y quería convencerme de mi amor sincero. ¿Qué te podía pedir?, ¿Que no dolieses o que midieras algo menos? Mi amor de ser verdadero debía aceptarte tal cual eras y rendirme a tus encantos de sirena. Porque amar es un acto de fe, un abandono en las manos de un destino no siempre sereno, una confianza puñeteramente ciega en lo incierto.
Debía mientras estaba corriendo de instalarme en el Ahora. Pensar en lo que tenía entre manos, tan solo en ese kilómetro sin pensar en el siguiente y así protegido como en una burbuja de presente, correr sin pesar por lo que fuera a pasar después. Porque la infelicidad y los problemas no pueden sobrevivir en el Ahora. Debía instalarme en ese presente continuo con el que se presupone que tejemos el Amor.
Había llegado así, sin deseo ni temor, al kilómetro 34. Estaba en el momento álgido del encuentro amoroso. Esos minutos de sabor azufre y para los que había entrenado durante meses. Y pensaba, apartándome por unos momentos del Ahora precioso en el que estaba instalado, que no quería que esta Maratón acabase nunca. Me daba pena saber que en poco más de media hora iba a terminar el dolor.
El «Pain is inevitable, suffering is optional» se estaba cumpliendo este día. Ese rato tan alejado de las preocupaciones del vivir. Tan sólo yo y mi conciencia en una conversación fructífera. El silencio interior, la quietud que se alía con la atención del alma en situación de necesidad. La mirada del tigre que serenamente elige su víctima.
Lo único que se me ocurrió al pisar la alfombra azul del km 42 era la frase que da título a esta entrada. Mi alma estaba bailando, con esfuerzo, pero estaba bailando, y mi cuerpo lo estaba disfrutando.
De dentro hacia afuera y siempre en ese sentido. Como el que atraviesa el armario de las «Crónicas de Narnia» y aparece de repente en el bosque desangeladamente nevado. La calidez de la alfombra hace que todo compense.
«Ningún camino fácil lleva a lugares que merezcan la pena«. Lo leí en una pancarta allá por el kilómetro 38. ¿Por qué se te queda grabado a fuego lo que lees en mitad de la tormenta? Seguro que amas más, cuanto más te cuesta demostrarlo, y en el 38 cuesta bailar, pero siempre te ennoblece ya sólo intentarlo.
Muchas gracias Juan, gracias a tus consejos, Ramses, luis y yo pudimos acabar sin ningún problema en Valencia. Tu experiencia es un grado. Un abrazo de los tres.
Hola Javier
Gracias por seguir confiando en vuestras posibilidades.
Un fuerte abrazo
Juan
Maravillosa reseña Juan, poco mas se puede decir de esa forma de describir un gran momento una gran pasion, emocionas. Gracias
Hola Marta
Gracias por decírmelo. Ahí seguimos, vibrando con este deporte hasta que la muerte nos separe.
Un abrazo
Juan
Me quito el sombrero, Juan. Por como corres, por como escribes, por como transmites, por como inspiras… y sobre todo, por esta forma tuya de vivir este deporte desde mucho antes de que, como tu dices, estuviera de moda. ¡Enhorabuena!
Jordi
Gracias por decírmelo. Un orgullo para mi de un Ultraman como tú.
Juan
GRANDE JUAN. Gracias por tu blog. Por tus consejos y por escribir asi. Me emocionan y me motivan a seguir hacia adelante en este deporte que queremos y disfrutamos de el cada dia. GRACIAS SIEMPRE JUAN.
José Javier:
Un fortísimo abrazo !!!!
Gracias, muchas gracias