¿Vivimos desenfocados?

Llevo días dándole vueltas a una idea: «La dispersión no es una buena compañera de viaje». Vivir focalizados en un objetivo que a su vez se bifurque en otros es una buena manera de gastar el tiempo, de vivir. La vida tiene que tener un propósito, si no ¿De dónde arrancaremos el entusiasmo al levantarnos?

Cuando era pequeño leí un libro de Michael Ende titulado «Momo» y se me quedó grabada a fuego la idea de que el tiempo es un bien escaso que hay que aprovechar. El problema radicaba, por lo tanto, en encontrar ESO que hiciera que en vez de gastar tiempo sintiéramos que lo estábamos invirtiendo por hacerlo con gusto y que nos enriqueciera: Un buen libro, un rato de soledad, un trote, una conversación con escucha activa, una ocupación para ayudar a alguien, una canción evocadora,… en definitiva, una conciencia (la nuestra) entusiasmada por vivir en plenitud la presencia tranquila de uno mismo.

Cuando echamos la vista atrás con demasiada frecuencia tenemos un problema, cuando a menudo nos proyectamos hacia el futuro también. Qué sencillo parece pero qué difícil fabricarse un rato al día para pararse y masticar la quietud del silencio deslumbrante del presente.

¿No os habéis planteado el porqué nos gusta correr? Fundamentalmente y sobre todo nos ancla en el presente. Los acuciantes síntomas de fatiga, el gesto repetido como un mantra hacen de correr una inagotable sucesión de presentes. Cada metro, cada segundo son testigos de la más perentoria precariedad. Y es ahí donde, fuera de miedos y deseos, nos sentimos gratamente abrumados por la desnudez de lo que somos, esencia alejada de convencionalismos, educación y prejuicios.

Cuando corremos podemos, algunas veces nos pasa, pensar en el pasado y también en el futuro utilizando la imaginación y la memoria, pero menguan (e incluso se disuelven) gracias a las hondonadas de realidad de nuestras pisadas adormecedoramente rítmicas. Como decía Julio Cortázar «el elemento fundamental al que siempre he obedecido es el ritmo». Cuando algo tiene ritmo es bueno, ya sea en la cama, en una canción pegadiza o en un trote.

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Las temporadas atléticas tienen que poseer ritmo ¿Verdad que no quieres vivir desenfocado y que todo sea brumoso? Determina un objetivo principal y otros secundarios, organiza las competiciones para que no se amontonen en el calendario y evita la sensación de borrachera y de ver doble.

Al llegar el periodo navideño o veraniego tendrás que seguir enfocado y no perderte en la vorágine de estímulos que resultan perniciosos para el remordimiento (recuerda que no hay venenos sino dosis). Los excesos nunca fueron buenos para el cuerpo: digestiones lentas y pesadas, dolores de estómago, resacas, toses, jaquecas,… Recuerda que las adicciones vienen del aturdimiento, de las carencias afectivas y las contradicciones personales. Son huidas de la realidad.

Quiérete bastante. Al correr te estás diciendo que te quieres (aunque algunos sólo lo vean como una agresión innecesaria).

Analiza si vives de excusas, de quejas, de perezas hacia la aparentemente borrosa nitidez de lo que funciona y nos conviene. Si nos cuesta habitualmente salir a correr deberíamos de pararnos y enfocar de nuevo, tantas veces como sea necesario. La vida es un continuo comenzar y recomenzar. Así que nunca llegaremos tarde porque siempre podremos enfocar nuestras vidas.

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