Hoy día valoramos más la novedad y lo diverso en cualquiera de nuestras actividades humanas antes que el componente de estabilidad y rutina de lo cotidiano. Parece que todo lo que sea aburrido es un desvalor absoluto. ¡Con lo productivo que resulta no hacer nada para que se dé la creatividad y el crecimiento personal !
Pedro Salinas lo expresó ya de manera sublime hace casi 85 años (Se dirigía a Santander en tren el 31 de enero de 1933, cuando escribió esta carta a su amada Katherine Whitmore):
«Novedad y costumbre. Son éstas dos nociones que me han dado siempre miedo, así, separadas. He sentido en las dos un enorme peligro, acechando.
Novedad: peligro de lo pasajero, de vivir de cosa en cosa, sin pararse en ninguna, sin calar ni profundizar en ninguna. Eso de buscar la novedad, siempre, en todo, me parece uno de los síntomas más graves de pobreza vital, aunque parezca lo contrario. Y sin embargo la novedad me es indispensable. La profunda, la venida de dentro, no la impuesta de fuera. La novedad de la primavera, del otoño, del estío, en el árbol. Espléndida novedad la de cada abril, la de las hojas nuevas, aunque sean repetidas.
Y lo mismo pasa con la costumbre. También en ésta hay un gran riesgo: la mecanización, el automatismo, la suplantación de la vida por sus apariencias funcionales. Pero también en ella hay un enraizamiento, una profundidad vital. La costumbre nos sirve para reconocernos. En ella nos apoyamos, sentimos nuestra comunidad, la identidad con nosotros mismos. Quizá por ello, ¿no te parece?, queremos a la familia, a los padres y hermanos, porque representan la costumbre. Pero al propio tiempo necesitamos otras cosas fuera de ellos, y hay que buscar fuera la novedad. Yo también necesito la costumbre, temblaría sin ella. Y tú, Katherine, me eres hoy costumbre y novedad, todo a la vez».
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Intento aplicar en mis atletas la variedad y la sorpresa en el entrenamiento deportivo. Es interesante descolocarlos a menudo para hacer lo que no estaba previsto de antemano pero que conviene y aprovecha.
Pero al final, lo puedes adornar como quieras, pero se tratará de correr para horadar, en los mismos caminos de todos los días y en los mismos horarios, nuestro particular surco.
El arte de la repetición y el atleta machaca que hace lo mismo día a día parece estar denostado. Igual de denostado que podría estar el rosario, aparentemente mecánico, de avemarías huecas en nuestros labios. Necesitamos con urgencia llenar nuestras actividades, el correr es una de ellas, de sentido y sensibilidad. Ya lo decía el protagonista de Gladiator: «Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad».
Habrá momentos en los que perdemos el sentimiento por lo que hacemos y que sólo gracias a la repetitiva rutina nos hará llegar a buen puerto. No es que hubiéramos perdido el control de nuestros sentimientos; es que incluso ya no sentíamos nada. Sólo nos quedaba una voluntad fortalecida por la suma de buenas razones.