Esta frase está extraída de un poema de Pablo Neruda. Bien sabía él que sólo a través del amor podrías movilizar algo tan estático como un cerco.
Los corredores estamos sobradamente acostumbrados a rondar los límites físicos de nuestro cuerpo, en esto somos unos artistas. Estar en los alrededores de nuestra mayor capacidad física tiene su miga, la de experimentar esa dulce sensación de estar optimizados. La mejor prestación física genera un cerco indeleble en nuestra memoria y nuestra capacidad de atesorar lo realmente valioso.
Salir de la zona de confort es un buen comienzo se mire como se mire. Ahondar e investigar en los límites de nuestro cuerpo es una aventura maravillosa. Habría muchos más límites, por ejemplo los de nuestra inteligencia emocional, también los de nuestra capacidad de amar, los de nuestra capacidad de hacer el bien y ser generosos, los de perdonar,… cuando rondamos nuestros cercos se generan siempre deseos de agrandarlos.
Tenemos la suerte de que este deporte del Correr se presta de manera admirable a las segundas oportunidades, y esto es algo que tienes que aprender cuanto antes. El sinsabor de la derrota e incluso del ridículo están a la orden del día. Nuestra maquinaria no siempre está en las mejores condiciones porque los no-profesionales tenemos más vida además de Correr.
Cuando hacemos un entrenamiento desastroso siempre podremos solventarlo con otro excelente al día siguiente. Si hemos cometido un exceso alcohólico o gastronómico ya tendremos la posibilidad de resetearlo con prontitud y minimizar los daños.
Tenemos la obligación de olvidar rápidamente los malos resultados, los malos entrenamientos, las decepciones…. siempre hay motivos para dejar atrás el pasado….. Comenzar y recomenzar sin desanimarse, en esto consiste nuestro transitar mundano. Por suerte, el agua pasada no mueve molino.
¿Qué haría movilizar tus cercos? Te han dicho que duele y que no es tan intuitivo como te parece: hay que remangarse. Se cumple a pie juntillas el principio de que lo que no avanza retrocede. El inmovilismo intuyes que es el comienzo de tu decrepitud, de tu apatía por vivir. Si en algo se caracteriza el deporte, y en concreto correr, es en que es una actividad que nos eleva y le añade la sal necesaria a la herida de nuestra existencia.
Pellizca, con la frecuencia que tú quieras, el moflete de tu comodidad. Tritura a dos carrillos el vivir diario que tantas veces se te hace bola. Sigue moviendo tu cerco existencial a base de zancadas.