Te suenan estas situaciones ¿verdad? Por desgracia son demasiado frecuentes pero, tranquilo, tienen solución.
Empecemos por el temido flato. Considero que proviene por fallo sistémico y que afecta sobre todo a los recién iniciados a la práctica deportiva. Los motivos del flato serían, por orden de importancia, estos:
- Respiración entrecortada. Correr tensos (propio de los comienzos) y no acompasarse al ritmo respiratorio. Es frecuente que sobrevenga el flato después de una cuesta o de un cambio de ritmo brusco. Imponerse un ritmo respiratorio regular y asumible.
- Intensidades inapropiadamente altas. Por ir forzados en un trote que debiera ser suave. Interesante poder ir hablando como indicador de que estamos en la zona.
- Correr con la comida todavía en el estómago. No haber dejado un tiempo prudencial para digerirla. El diafragma hace de las suyas porque tiene trabajo doble.
También he visto casos de producirse una punzada en la zona clavicular. Tiene que ver con la intensidad elevada y con que nuestro organismo no está todavía preparado para afrontar los primeros entrenamientos exigentes. Se soluciona reduciendo el ritmo.
En cuanto a los problemas digestivos en carreras de larga duración se dan porque nuestro aparato digestivo es sensible. Me he encontrado con corredores que son auténticas hormigoneras y todo les sienta bien. Pero como en todo, esto también se entrena. Me explico…
Nuestro cuerpo es muy sabio y tiene prioridades. Es necesario darse cuenta de esto porque al final cuando participamos en una carrera de larga duración nos ponemos en peligro (así lo identifica nuestro organismo) y el instinto de supervivencia prevalece. Es por ello que si fallamos en algo (no nos hidratarnos bien y no evitamos que el cuerpo suba de temperatura o no nos alimentamos adecuadamente para que todos los sistemas, tanto respiratorio como circulatorio, funcionen con normalidad en movimiento).
Por orden de importancia estas son las funciones de nuestro organismo que hemos de satisfacer:
- Enfriamiento del cuerpo.
- Transporte de oxígeno y nutrientes para satisfacer la demanda de energía.
- Procesos digestivos tanto para asimilar los líquidos como el alimento sólido.
Por tanto si nos olvidamos de la necesidad que tiene nuestro cuerpo de mantenerse no más allá de los 40 grados se vengará llevando todos sus recursos para enfriarlo. Lo digestivo quedará postergado y será inútil intentar que funcione. Habrá que hidratarse y esperar el tiempo necesario para que vuelva a su ser. Si nuestra intensidad sobrepasa el límite de nuestro cuerpo (por no haber entrenado suficiente para el ritmo autoimpuesto) también se enfadará cerrándose en banda y no tolerando ningún alimento o líquido (efecto rebote=vómitos).
En cualquier caso, un mejor entrenamiento equivale a menos daños intestinales. Una intensidad razonable a nuestro nivel nos asegura que las funciones digestivas se realicen correctamente. Daros cuenta que el estómago y los intestinos también son músculos lisos que precisan riesgo sanguíneo. Si hemos errado en el planteamiento táctico y nos desbarajustamos cabe la posibilidad de que el estómago se encabrite.
El volumen total de sangre es limitado. Necesitamos sangre para suministrar oxígeno a los músculos que están trabajando (incluyendo estómago e intestinos), así como nutrientes. También debe acudir a la superficie cutánea para disipar calor. Se crea una fiera competencia entre los procesos digestivos, el transporte de oxígeno-nutrientes y el enfriamiento.
Y ¿Quién gana? Está claro que la naturaleza siempre gana. Lo primero es lo primero. El aporte de líquido, de sodio y de hidratos de carbono deben de ir de la mano. De la boca al torrente circulatorio, del estómago al intestino delgado para que sea posible su absorción.
Tenemos que probar todo. Nuestro cuerpo ha de ser una maquinaria de precisión para que, en movimiento, no nos juegue malas pasadas. Salir en ayunas a entrenar, comer y beber en movimiento, experimentar maneras distintas de hacer las cosas para que nuestro estómago se fortalezca en situaciones extremas. Resiliencia de nuestras funciones vitales. Respiración, aporte de oxígeno, digestión, evaporación del sudor, generación de toxinas. Tenemos que experimentar el tiempo que los alimentos permanecen en nuestro estómago (unos antes que otros), el índice glucémico de los carbohidratos (alto o bajo), la mayor dificultad para el tránsito de proteínas, grasas y fibra. Saber, por ejemplo, que una bebida caliente no favorece el vaciado gástrico tanto como una fresca. Todas estas son cuestiones que siendo técnicas tienen que pasar por el tamiz de la experiencia personal.
No eches a perder tanta ilusión y horas de entrenamiento por no organizar adecuadamente tus rutinas de hidratación, aporte de sales y disponibilidad de energía homogénea que son obligadas en las distancias largas.
En mi caso en entrenamientos muy intensos no suelo tener problema mientras estoy en movimiento. En cambio una vez paro y me enfrío a veces tengo dolores intestinales sin llegar al vómito, diarrea, etc. Me sucede sobre todo en las tiradas largas en verano en las que ingiero bastante líquido durante el transcurso de las mismas, en invierno ya no me pasa.
Gracias Roger por la aportación. Un saludo
JUan Romero