Nunca es tarde

Apoyados todavía en el quicio del 2018 (estamos a 3 de enero) es el momento de buenos propósitos, de las decisiones macro. Estarás de acuerdo conmigo que a través de lo «micro» se apuntalan los grandes ideales y que éstos últimos no son nada si no se sostienen en las pequeñas batallas del día a día. Hay que tener una amplia visión general pero la magia sucede cuando el foco está puesto en lo pequeño.

Hace 3 días hice un recuento anual de kilómetros desde el 2004. Conservo de manera rudimentariamente artesanal y meticulosa (en papel) todos los entrenamientos desde entonces. Antes del 2004 están sólo a cachos, normalmente las semanas previas a importantes competiciones. He confeccionado un cuadro con la suma de kilómetros, las mejores marcas personales (de 10K, 1/2 maratón, maratón y 100 kilómetros) y las lesiones graves, esas que me dejaron en el dique seco durante más de una semana.. He dejado lógicamente sin rellenar el 2018. Me propongo, si Dios quiere que tenga salud, llegar a los 4.000 kilómetros. Los objetivos sólo los sabe mi almohada y con salud caerán por su propio peso.

Se supone que me gusta correr, averigüé mi pasión ya de joven (mi primer trofeo data de 1983) y la he podido desarrollar a través de los años. Los kilómetros me han ayudado a contarme con solvencia mi historia vital y la ha hecho más creíble. Pocas cosas me han acompañado tantos años y tan de cerca.

El otro día descubrí el significado de la palabra ineluctable. Y me pareció que el correr había sido para mi ineluctable, lo era ahora mismo y lo seguirá siendo hasta que no pueda desmarcarme de un mandato ajeno a mi voluntad. Desde un profundo anhelo interior se ha convertido en algo ineludible, inevitable y que no podré luchar contra ello. Me dí cuenta de que la sola idea de no poder salir al umbral de la puerta a enfrentarme al desconocido trote de cada día era motivo de pesadumbre y melancolía. Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también. Correr es mi amor, es mi imperio.

Nunca es tarde para descubrir tu pasión, si fuera correr la búsqueda en sí misma sería un premio. El rasca y gana asegura tu existencia. Los hay que vivimos en un permanente traje de luces, siempre pillándonos el toro, los que intentamos vivir en el aire, en suspensión estamos si corremos, sabedores de que en el momento que toquemos suelo será para pisar una mierda. Esas personas suelen pensar que si son bellas es por error y porque nunca nacieron con esa intención. Su apariencia es la de una mentira comprensible que oculta la verdad incomprensible de lo que realmente son, de la misma manera que un plan de entrenamiento esconde la incomprensibilidad de la persona que le da vida.

La vida es una consecución de propósitos, metas y proyectos que pueden resultar estériles y, peor aún, una pérdida de tiempo. Nunca es tarde, nunca perdimos el tiempo si lo usamos en correr. Nada se pierde, todo se transforma como diría Jorge Drexler. Ningún metro recorrido será olvidado, los míos los quiero todos. Si no corriera, ¿quién le daría cuerda al reloj de mis días? La felicidad se explica si hay deseo en repetir (como las natillas) y por eso mi felicidad se potencia si puedo salir a diario a correr un rato.

Un comentario en “Nunca es tarde

  1. Hola Juan:
    Acabo de leer tu articulo y coincido plenamente contigo. Llevo un tiempo sin correr por una lesion.
    Hoy he empezado a trotar y a sido la leche.
    como dices tu, soy feliz cuando puedo correr todos los dias.
    GRANDE JUAN

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