Llevo muy mal no conocer el significado último de las palabras. Soy de los que, con frecuencia, echo mano de la RAE para descifrar las múltiples acepciones. El otro día leí la palabra LÁBIL y, a pesar del contexto, algo se me escapaba. Gracias a la APP del móvil en pocos segundos pude satisfacer mi curiosidad: «Poco estable, poco firme en sus resoluciones, frágil, débil. Que resbala o se desliza fácilmente». Y pensé que un corredor tenía que ser todo menos eso.
El boom del correr provoca que te apuntes a carreras en las que, por estar muy demandadas, debas hacerlo con semanas e incluso meses de antelación. Cuanto más extrema es la carrera, cuanto más larga, más demanda hay; El ser humano es así con sus retos y sus ansias lógicas de trascender y trascenderse. No hay fin de semana que quede libre de competición, en tu misma ciudad o a pocos kilómetros siempre habrá una esperándote.
Este boom también ha hecho proliferar como setas los grupos de entrenamiento. En el mio intento inculcar la cultura atlética y que dejen de lado los postulados que la postverdad del running intenta nutrirse de la efervescencia de una masa (me remito a Ortega y Gasset) empeñada en sustituir al corredor individual comprometido y consecuente por otro que vive más hacia afuera.
El cóctel es bien conocido: (1) Runners extramotivados y en grupo + (2) Carreras por doquier + (3) Redes sociales que azuzan al ego = Peligroso postureo.
Un soufflé que debemos evitar que rebose. Apelo al sentido común de los corredores, a ese sentido que es el menos común de los sentidos. El boom del correr y de las redes sociales unidos en el espacio y en el tiempo,…peligro de acabar siendo un agujero negro. Unas herramientas tan útiles como son el deporte y la salud, así como la posibilidad de comunicarlo acaban tergiversándose fácilmente por el mal uso que hacemos de este mix. El corredor por naturaleza es reflexivo, valora el silencio, la quietud, piensa las cosas, no se mueve por impulsos eléctricos, por apuestas, medita sus posibilidades y los adecúa a sus metas, intenta no torrar al vecino con sus puestos, pulsos, velocidades y miedos, intenta adaptarse al interlocutor que pregunta y, en definitiva, selecciona el mensaje para hacerlo atractivo.
Los organizadores de carreras, conocedores de la dimensión social del hombre, han creado una categoría nueva con opción a premio: los equipos. Y lo que se consigue con demasiada frecuencia es que corramos carreras sin apetecernos, gracias a una inercia destructora. Correr es un deporte eminentemente individual y nos tiene que apetecer como si del esperado día del estreno de una película se tratase o como el que hace cola para adquirir el último iphone. Que sólo hay 52 domingos al año y que lo primero es la familia y su cohesión. Que a meses vista no acertamos a saber si nos apetecerá o nos convendrá. Que he conocido ya a demasiadas personas que lo corrían todo y ahora, quemadas o lesionadas de gravedad, no se les ve el pelo.
Y eso es lo último. Que por una mala gestión de las carreras acabemos hasta el moño de correr, saciados y sin hambre de dorsal.
Piensa, recapacita si corres con pasión, si entrenas con la ilusión de un niño. Está en juego que no rompas el juguete que tanto adoras y que te tiene que durar toda la vida.
Después de 5 años desde que me apunté a mi primera carrera (la del Ebro de 2013), he experimentado una subida (sobre todo en 2016, coincidente con mi inicio en los entrenamientos), en la que me apuntaba a todo, y poco a poco estoy en bajada en lo que a colgarse dorsales… Sin embargo, entreno como nunca, pero seleccionando objetivos. Es que si no… te quemas. Y el running ha venido para quedarse. Desde 2010 que me calcé por primera vez las zapas, estoy más en armonía que nunca.
He seguido tus evoluciones desde el comienzo y se veía venir el hartazgo. Estas cosas se ven muy bien desde fuera pero hay que pasarlas y aprender por uno mismo. Vanesa, incluso el vinagre se puede echar a perder. Un besico y a seguir así de juiciosa y templada.
Juan
De eso se trata, de encontrar el equilibro. Se trata de una afición que me llena, pero no me debe abrumar ni eclipsar. Ahora, a por el maratón que enfrento con más ilusión. Con un objetivo de tiempo es más duro, pero el camino, intenso, ha merecido la pena 😉
Un gran abrazo Vanesa.