Hay una especialidad atlética que me apasiona y no es precisamente salir de marcha sino más bien la marcha. Mis primeros recuerdos atléticos coinciden con los Campeonatos del Mundo de Helsiki 1983. Ver en directo, por la tele, a José Marín conseguir bajo la lluvia la plata en los 50 Kilómetros marcha, para un niño de 12 años, que eran los que tenía entonces, fue muy emocionante. Sus enérgicos movimientos y la distancia que recorrió, superior al maratón, hacían de esa gesta algo alucinante y épico. Con la mentalidad de un chaval al que le gusta correr, me adentraba, en una cabeza ávida de conocimientos, en las diferencias y similitudes entre andar, marchar y correr:
Además de la fase de vuelo (que marchando debe ser inexistente), el contoneo de las caderas para imprimir una mayor velocidad al avance y la energía de los brazos para facilitarlo siempre han sido motivo de cautivadora atracción. La marcha atlética tiene la capacidad de concitar el placer cuando, como televidente, me planto delante de la pantalla y disfruto de la belleza de los movimientos ágiles y poderosos.

José Marín, medalla oro en Europeos, Atenas 1982
Por aquellos años, mi hermano Enrique participaba en marcha y no se le daba mal. Un campeonato autonómico fue suyo aunque, a decir verdad, la participación era escasa. A los marchadores (rara avis) se les miraba con cierto desdén porque sus movimientos de caderas se antojaban poco varoniles. Nada más lejos de la realidad.
En palabras de Jordi Llopart, medallista olímpico : «Hasta ese momento (años 70) habíamos adoptado la marcha centroeuropea, mucho más dura y similar al gesto de caminar rápido, con la pierna pasando recta por la vertical. Pero en México el profesor Hausleber nos aleccionó en una marcha mucho más flexible y, gracias a la posibilidad de poder entrenar con grandes campeones olímpicos y plusmarquistas mundiales, les fuimos copiando y aprendimos a marchar con mucha más movilidad en todas las articulaciones y con mucha hiperextensión de las piernas a la hora del bloqueo». «Un cambio grande, en la que tenías que tener mucha elasticidad y para lo que empezamos a practicar mucha natación, a experimentar con el tema del agua caliente, el agua fría, los contrastes… Unas experiencias que no habíamos tenido nunca y que hacían que la musculatura y los tendones dieran mucho más de sí y pudiéramos tener una marcha más económica, elegante y elástica».
En el momento en que profundizas en las reglas de la marcha e intentas practicarla, te das cuenta de la dificultad en mantener una frecuencia de paso de 4 apoyos por segundo. Con razón, Alberto Pallarés, marchador aragonés de reconocido prestigio, me decía que la musculatura de un marchador es más parecida a un cuatrocentista que a la de un maratoniano. Es en la frecuencia del movimiento, ayudado por un tren superior de una gran fortaleza, donde radica la sorprendente velocidad con la que van pasando los kilómetros. Para que os hagáis una idea, queridos corredores, los récords mundiales «marchando» son de 37.44 en 10 kilómetros, de 1h 16.36 en 20 kilómetros y de 3h 32.33 en 50 kilómetros (pasan la maratón por debajo de las 3 horas «andando»).
Grandes marchadores ha dado España: Valentín Massana, Dani Plaza, Maria Vasco, Mariajo Poves, Chuso García Bragado. Admiración es poco.
Excelente artículo. No se puede explicar mejor
Gracias Alberto. Ha surgido porque os admiro en grado superlativo.
Gracias a vosotros de corazón.