Vender el producto

No es necesario mostrar bellezas a los ciegos ni decir verdades a los sordos…. Basta con no mentir al que te escucha ni decepcionar al que confió en ti. Las palabras conquistan temporalmente, pero los hechos…esos si nos ganan o nos pierden para siempre.

He empezado esta semana con esta frase porque me estoy cansando de tener que pedir perdón por ser como soy. Correr está de moda y, ahora ya sí, todos conocemos a alguien cercano que corre. Incluso somos nosotros mismos los que, inimaginable hace bien poco, nos lanzamos a la calle a desbrozar kilómetros y sudores. Pero, incluso ahora, nos encontramos con personas que desconfían de las bondades del ejercicio físico y de la búsqueda de límites que, con demasiada alegría y atrevimiento, llaman obsesiones. Me imagino que son como el fumador que daría la vida (aunque nunca lo reconocería) por no fumar si realmente fuese fácil y hubiese algo sustitutivo e inocuo que le hiciera olvidar el gesto placentero de echar humo (lo sé por experiencia propia, soy ex-fumador).

Cuando empecé con aprendeacorrer.com  tenía la incómoda impresión de estar vendiendo la actividad del correr como si quisiera «colocar» un crece-pelos a un gentío de calvos. Sensación que a día de hoy me dura ya muy pocos instantes porque lo mío claramente no es la venta; Soy más de insinuar que de persuadir. Tener una buena idea no basta, si no sabes transmitirla tienes un problema. Te puedes incluso hacer odioso, generar antipatía y rechazo.

Aunque hoy en día es menos habitual la incomprensión de los no practicantes, sigue existiendo. Antaño era el pan nuestro de cada día. Es lógico que suceda porque el deporte es acción y en lo físico se presupone iniciativa y voluntad. Los que no lo hacen se sienten pasivos y en gran medida holgazanes. Tienen desidia por sus cuerpos y lo compensan esgrimiendo quejas y excusas como definitivos motivos para no moverse. Que si no tienen tiempo, que si es un lujo que no se pueden permitir….que si se fatigan. Como si los que corriéramos tuviéramos la suerte del que siempre está ocioso o del que lo hace porque no se cansa.

No os aconsejo alardear mucho de vuestros logros, de vuestra felicidad y plenitud al correr. Son tan personales que no todos la entienden y, peor aún, la envidian. Es, ¡qué pena!, contraproducente explicar cómo cuerpo, mente y espíritu se alinean y conviven armoniosamente.

Me apetecería ponerles ejemplos de momentos plenos, similares a los que tú y yo sentimos cuando corremos, por ejemplo cuando en el concierto de nuestro grupo favorito se produce una perfecta comunión entre la banda y el público y se nos olvida hasta nuestro nombre. Cuando cogemos el punto y, estando mejor que un bebé en brazos, reímos abiertamente de todo en una velada entre amigos. Cuando nuestro equipo gana una competición deportiva importante en el último suspiro o cuando Iniesta chutó con acierto ante Holanda en Sudáfrica. Cuando te comunican que has superado la oposición que has preparado durante tanto tiempo y que hace justicia al esfuerzo aplicado. Cuando, rodeado de cumbres graníticas, contemplas un atardecer perfecto a 2500 metros sobre el nivel del mar y sólo oyes tu silencio. Cuando escuchas una canción en ese momento preciso, ése que hace que te arranques a llorar con lágrimas sonrientes. O cuando te dice esa persona que tanto te gusta y a la que aspiras a hacer muy feliz. Imagínate muchas otras situaciones como estas, las tuyas.

Sí, también correr es una actividad con la que alcanzar el clímax de tu existencia. Si nunca lo has probado, concédeme que te dé mis más sinceras condolencias.

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