Dividir al ser humano en trozos es una tentación en la que caemos porque nos ayuda a entendernos. Sin embargo, la experiencia del día a día es que nos vernos a nosotros mismos en una estupenda unidad. El «yo soy el que soy» sintetiza perfectamente la esencia y la existencia del hombre sobre la tierra.
Hace una semana, uno de mis mejores amigos (son sólo 7), me dijo que frecuentaba a diario cuatro habitaciones (ya veis la manía que tenemos de explicar las cosas en partes para hacerlas más entendibles). Consideraba que si se descuidaba, en visitar alguna de esas cuatro estancias durante un prolongado espacio de tiempo, tendría consecuencias y no precisamente buenas. En una de estas habitaciones estaba lo físico, el cuidado del cuerpo. En otra las emociones y los sentimientos. En una tercera, el ejercicio de lo intelectual y, por último, en una cuarta morada, el cultivo del alma.
No es de extrañar que 3/4 se refieran a nuestro mundo interior, cada día tengo más presente la intuición de que somos ante todo lo que no vemos. Ya lo decía Jorge Drexler en su canción movimiento: «Es más mío lo que sueño que lo que toco».
Desde entonces, me intento guiar con el consejo de mi amigo. A diario, si el plan de entrenamiento lo establece, salgo a correr, tengo ahora mismo al lado del sofá tres libros, dedico tiempo en pensar sobre qué escribiros cada semana, escucho toda la música que puedo e intento sacar tiempo para tomar algo con los amigos, me interesa mucho las manifestaciones artísticas y ejercito al alma con la frecuencia de sacramentos.
Podemos dividirnos (lo hacemos para explicarnos, ya que nunca seremos una suma de cosas) en dos personalidades. El que piensa (inteligencia) y el que actúa (voluntad). Habrían dos «yo», uno nos hablaría u ordenaría y otro sería el que actuase.
La concentración relajada es la habilidad principal sin la cual no conseguiríamos nada. Para concentrarnos necesitamos silenciar por momentos al yo nº 1 y confiar en el yo nº 2. Silenciar la mente cuando algo no funciona y para acallar la mente uno tiene que aprender a colocarla en su sitio. En la medida en que uno va consiguiendo la concentración, la mente se calla. Una persona concentrada sólo tiene percepción para los aspectos de la tarea que está desempeñando.
El eterno calzoncillo que se mete en la raja del culo de Rafael Nadal, la posición de Maria Sharapova mirando al público antes de cada punto al servicio, y así podríamos poner infinidad de ejemplos de deportistas que, gracias a un ritual, se concentran y alejan de su mente sus más destructivos pensamientos Son las maneras que ellos tienen de dialogar con el «yo» número 1.
«Cuando estés solo, cuida tus pensamientos. Cuando estés con amigos, cuida tu lengua. Cuando estés enojado, cuida tu temperamento. Cuando estés con un grupo, cuida tu comportamiento. Cuando estés en problemas, cuida tus emociones. Cuando empieces a tener éxito, cuida tu ego».
Ser observadores de nuestra propia vida, ese es el objetivo al que tenemos que tender para solucionar problemas. Háblate adecuadamente y cara a cara. Eres lo que piensas, sobre ti y sobre todo lo que te sucede.