Hay cuerpos que, al verlos, me generan ganas de aplaudir y cuantos más años albergan más entusiasmo me provocan. Otros me provocan una lánguida tristeza. No estoy hablando de genética, de lo que no depende de nosotros (nos viene dado), sino de lo que surge por estar conectados con nuestra carta de presentación frente a la sociedad y es fruto de constante trabajo.
La fresca belleza, consecuencia de la juventud (mis hijas de 17 y 20 años me vienen a la cabeza) es, por mucho que nos pese, fugaz. La belleza madura es la que me interesa y, es por eso, que no comparto el determinismo de los que piensan que con la edad está permitida o disculpada la dejadez que, según ellos, es inevitable por el sobre-uso. Lo que comemos, descansamos, bebemos, o nos movemos está directamente relacionado con nuestra presencia. La salud y la belleza son vasos comunicantes y la armonía es su potente aroma.
Nietzsche decía que tras la muerte de Dios, en nuestra descreída sociedad, la salud se elevaba a diosa. Ahora más que nunca la salud está en la cúspide de una hipotética pirámide de Maslow. Es lo que tiene cuando equivocadamente nos ponemos como únicos y soberbios moradores de la tierra. Y es ahora, en época estival, cuando llega el momento de la verdad. Las playas y las piscinas son testigos mudos de los cuerpos que con el frío han estado tapados. Es momento de enseñar los tatuajes, de enseñar piel.
Y lo que veo, será por deformación profesional, son demasiados cuerpos maltratados y no precisamente por los tatoos. Se me cae cada verano el alma a los pies. Hay una generalizada irresponsabilidad hacia algo que te ha de acompañar toda tu vida y que tienes que tratar con mimos y cuidados.
Se nos ha dado un bien: nuestro cuerpo. Tenemos, desde el momento de nuestra concepción, la responsabilidad de cuidarlo, gestionarlo con decoro. Hay que hacerlo amable a la vista, digno de ser contemplado y amado por sí mismo ¡Cuánta pesadumbre me da oír la expresión operación bikini! El cuidado ha de ser los doce meses del año porque siendo así atemperas el extremo indeseable del culto al cuerpo. Las urgencias siempre fueron malas. Como dice mi amigo Mauricio Linares: «Estar siempre en condiciones de entrar a vivir».
Las conversaciones veraniegas en gran medida giran sobre nuestra apariencia. Al final la cuestión va a ser que tener un buen cuerpo no es la finalidad sino el camino hacia algo o, dicho de otro modo, la consecuencia de una vida decorosa, deportiva e integral. Somos lo que comemos, descansamos, bebemos o nos movemos, somos la lucha contra la pereza que nos llevaría sin remisión hacia el inclinado camino de la desidia corporal.
Podremos ponernos mil excusas, mil quejas que tranquilicen nuestra conciencia. Vive sin embargo de obligaciones y «olvídate» de tus derechos. Tendrás que reaprender a «no responder inmediatamente a un impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas». Reaccionar inmediatamente a cada impulso es en sí ya una enfermedad, un declive, un síntoma de agotamiento. Privarte de lo momentáneo (por un bien superior aunque retardado en el tiempo). Reconozco que es difícil porque vivimos en un estado del bienestar que lo llena todo y del que, si te separas, pasas a ser un bicho sospechoso de fanatismo intransigente.
Si te has dado cuenta no he citado, y a conciencia, las palabras gordura o delgadez. No va de esto, no te engañes, ve al origen del problema. La apariencia es la consecuencia, no el objetivo.
Cuánta verdad encierran tus palabras y cuanta sensatez…es una reflexión que me hago a diario viendo los 95 años de mi madre sana físicamente y lúcida mentalmente pero limitadísima en su día a día..
Tenemos y debemos la obligación de cuidar nuestro cuerpo por salud, por estética y por el día de mañana. Cada vez vivimos más años, sino cuidamos nuestra «carrocería» nos condenamos a limitar nuestra autonomía y a perder independencia. No quiero que me pase eso, pero con cada entreno, se que me estoy preparando para minimizar los riesgos de la tiranía de una vejez limitadora…me voy a correr un saludo y felices vacaciones
Gracias Pilar
Felices vacaciones igualmente.
Viva el movimiento !!!
Un saludo
Juan Romero
Buenos días Juan,
al ver la foto y el título del post, he creído intuir la dirección de tus reflexiones. Estaba en lo cierto.
Has sabido plasmar en una imagen tu texto, lo cual tiene su mérito.
Llegar a peinar cabellos níveos, como los de la foto, y subir a Respomuso y descansar al lado de tu pareja en armonía (así parece en la foto), merece un elogio llenos de admiración. Al menos la mía.
Vivo el deporte y esto del correr, no como un medio para obtener marcas y medallas, si no como un medio de forzar a mi cuerpo a que esté «entonado». Ójala pudiera llegar a los años de los protagonistas de la fotografía en este estado, o al menos, aparentarlo.
Estoy en un punto en el que ya no cuido mi alimentación solo por estar sano, que es la justificación, si no que además lo hago para correr mejor, que es el aliciente. Donde la cabeza no llega, el corazón guía. Es decir cuando me apetece un bocado dulce a media tarde, se que no son buenos esos 200 gr de más para poder correr más ligero.
Si, lo admito, estoy enfermo, tengo runnitis. Pero creo que es sano y me gustaría contagiar a mi familia para que me entiendan mejor y compartir esta senda. Por lo menos, para que podamos hacer una foto como la de tu post.
Un abrazo.
Hola Juan.
De acuerdo en parte con tus comentarios. Sobre todo con que cada uno tenemos un cuerpo que debemos cuidar y proteger. Pero, también pienso que cada uno es libre de hacer de si mismo y de su cuerpo lo que crea conveniente. De esta forma hace mucho que intento (aunque no es fácil) no juzgar ni opinar sobre la apariencia de nadie. Yo soy responsable de mi cuerpo y es el que me dedico a cuidar y mimar.
Gracias por tus líneas Juan. Feliz verano!!
Gran artículo maestro. Al final , es respetarse a uno mismo.
Al igual que hay que cultivar el conocimiento hay que cultivar el cuerpo. Lo mejor de la foto, es que no se están haciendo un sefie.
Abrazo