Hoy estamos aquí y mañana Dios dirá…

Agosto, Zaragoza 2018. Si tuviera que explicarte el cómo he llegado hasta aquí habiendo nacido en Valencia, necesitaría que me concedieras demasiado tiempo y no deseo robártelo. Tan solo decirte que las oportunidades que tuve de regresar al Levante fueron bastantes y los códigos postales de la capital maña en los que he vivido han sido quizá demasiados, pero volver nunca fue una opción seria.

Pedro Salinas, excelente poeta de la Generación del 27, hablaba del «seguro azar» aplicándolo a la serendípica relación entre recientes enamorados. A la paradójica existencia del hombre la podremos llamar destino o también providencia.

Para uno que pensó que Valencia era el mejor lugar de la tierra para envejecer, cuando llegué a Zaragoza en 1995 ya no fui del todo consciente de que los años iban a pasar aceleradamente. Como simiente echada al voleo parte cayó fuera y (por suerte) la mayoría dentro del camino. Decisiones aparentemente anodinas hicieron que las bifurcaciones de la vida me llevaran a destinos nunca imaginados por mí.

Gracias a ser corredor fui eminentemente vital. No me quedó otra. El corredor está hiper-conectado con su cuerpo, es orgánico. La fisiología es nuestro territorio, la salud nuestra querida patria y la muerte-en-vida nuestro templo. El corredor vive de objetivos y pone medios realistas para alcanzarlos. Ha estado en lugares que ni te imaginarías, visitó el infierno y volvió más fortalecido. Me consta que evitaría que tú pasases por donde él ya pasó; Estuvo tan perdido que no querría que te sucediera lo mismo. Sueña con el éxito y sabe bien cómo se mide. Planifica sus actuaciones y es proactivo en la búsqueda de soluciones. Es sociable y tiene un carácter positivo. Tiene un fuerte control emocional ante situaciones de estrés. Tiene un fuerte sentido de la responsabilidad y no le importa ejercer su liderazgo. Acepta de forma positiva las críticas y la posibilidad de crecer con ellas. Reconoce que es el primer responsable de sus fracasos. No acepta fácilmente una queja o una excusa. Es tenaz, cualidad fundamental a la hora de buscar su éxito. Gestiona sus emociones y se da cuenta de que no son ni buenas ni malas, sólo depende del uso que haga de ellas. Se da cuenta de que tanto sus kilómetros como su vida, necesitan de un ritmo atemperado. Es de los que cree que hay que pensar lento para correr más rápido.

Ha acostumbrado su ojo a mirar con calma y paciencia, deja que las cosas se acerquen. Familiarizado en tener una profunda y contemplativa atención, una mirada larga y pausada sobre lo que le va aconteciendo. Diferencia entre la foto fija que representa al presente y la película que es su vida en constante movimiento que incluye su pasado y su futuro. Valora la primera pero tiene presente que se encuentra en continuo avance, lo que se denomina una vida provechosa. Le cuesta prometer sin fundamento, detesta el «si voy, te llamo», cumple la palabra dada y es puntual.

El corredor convive con naturalidad con el dolor diario ¿De qué sirve el dolor, si el destino está escrito y no lo podemos cambiar?, ¿De qué sirve sufrir, si saber no es cambiar?  Ha experimentado que no siempre se premia al que realiza un trabajo costoso, no obstante acepta de buen grado el dolor aunque no tenga la certeza de la gratificación. El único fracaso real en la vida sería no ser fiel a lo que uno sabe.

Lucha (correr le ayuda) contra la depresión, el burnout, el déficit de atención y la hiperactividad. Estas son las enfermedades psíquicas más paradigmáticas del siglo XXI. Los corredores tenemos un antídoto: hacemos una actividad rutinaria y previsible pero que posee la capacidad de resetearnos y renacer una y mil veces. No sabemos lo que nos deparará el futuro pero correr nos preparará para aceptarlo con naturalidad. Al correr morimos un poco cada día y nos prepara para la muerte definitiva. No debemos temer a la muerte si hemos vivido sabiamente. Y correr, no lo olvides, es de sabios.

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4 comentarios en “Hoy estamos aquí y mañana Dios dirá…

  1. Buen blog, útil y bonito. No sé si existe una categoría mental de «corredor», pero los que conozco tienen un común un cierto sentido de «ir a su aire» y moverse en una frecuencia vital un poco diferente a la de los demás.
    Yo no soy corredor, pero me gusta correr. Entreno, que no compito, el triatlón en su modalidad de super-sprint…a la marcha y por la sombra, aunque los días de más trabajo resulta un poco cansado entrenar combinados…
    No compito porque no me hace falta para sentierme a gusto y porque si en el deporte existiera la objeción de conciencia, me acogería a ella. Vive y deja vivir, disfruta y deja competir. Yo formo parte del vive y del disfruta.
    Hasta otra.

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