Los diletantes

Buscando en la RAE me encontré con tres definiciones de la palabra DILETANTE: 1.Conocedor de las artes o aficionado a ellas 2. Que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, cómo aficionado y no como profesional. 3. Que cultiva una actividad de manera superficial o esporádica. La tercera acepción siempre me pareció peyorativa y nunca quise ser un diletante.

Mi vida deportiva no se caracterizó por ser la de alguien que se introdujo en el atletismo por el camino ortodoxo. Ha sido con los años -y después de haber experimentado en mis carnes la dureza del lactato y la ausencia de glucógeno- cuando he tenido el prurito de recibir estudios terciarios o universitarios y la pertinente obtención de un título reconocido oficialmente. Sentí, con el pasar de los años, que había una diferencia jerárquica entre una persona aficionada a un campo del conocimiento (ése era mi caso) y otra que haya atravesado una formación profesional tradicional.

Tenía los conocimientos y me encontraba capacitado para realizar ciertas acciones y brindar mi opinión sobre determinadas temáticas. Se me podían aplicar los sinónimos de entendido, aficionado, admirador, amante, amateur y entusiasta. Porque encontraba deleite en todo lo que fuera o tuviera que ver con el atletismo. La palabra diletante tiene su origen en la lengua italiana: dilettante, cuya traducción se vincula a quien “se deleita”.

He experimentado deleite desde siempre. Nunca hice ascos al esfuerzo físico y menos a la reiterada repetición de zancadas. Quizá porque para tener el coraje de seguir, de perseverar en algo, tenía que poseer tres virtudes y las trabajé con ahínco: una fortaleza a prueba de bombas: un algo que te engancha más cuando más te demanda, una humildad que te pone en tu sitio en ocasiones que son siempre demasiadas. Y por último, y no por ello menos importante, está el amor incondicional que tienes hacia algo. El amor que nunca falla y siempre está ahí, como es el correr.

En las 24 horas que hice corriendo, después de pensarlo largamente, considero que se podrían trocear en tres periodos perfectamente delimitados: de 12 del mediodía a las 23 horas, que fueron las horas de la fortaleza, de 23 a 6 de la mañana fue el momento de la humildad ante la terrible noche, y de 6 a 12 del mediodía ya sólo quedó el amor a este deporte que llega después de mucha fortaleza y humildad.

La vida es un valioso tesoro pero sobre todo un don que puede ser reinvertido en beneficio de otros. Correr es un valioso tesoro que hay que repartir en beneficio de los demás, de vosotros -queridos lectores-. Empecé siendo un diletante y aspiro a seguir siéndolo por muchos años. Sólo si me sigo deleitando en todos los kilómetros que corro (en entrenamientos y competiciones) seguiré mostrando con autenticidad a este hobby maravilloso.

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