Interval versus Fartleck

Hace dos semanas -aprovechando que vino a pasar sus vacaciones al Pirineo- quedé con Toni Cózar. Toni es un buen amigo de mi adolescencia con el que compartí infinidad de batallas atléticas en los años 80. Era, y sigue siéndolo, el modelo atlético en el que quise y querría verme reflejado. Tiene un año más que yo y una capacidad atlética sobresaliente combinada con la de no darse a sí mismo especial importancia. Su nivel le hizo ser campeón provincial de 600 metros con una marca de 1.28 a los 15 años de edad. Se codeaba con los mejores de la Comunidad Autónoma Valenciana.

A día de hoy -vive en Huelva- sigue corriendo y presentándose a maratones. En su madurez llegó a bajar de las 3 horas. Es un enamorado del atletismo que intenta no perderse ningún campeonato de los que echan por la tele. Sabe mucho porque, en su día, lo experimentó en sus propias carnes.

Quedamos en la Catedral de Jaca. Vimos el excelente arte románico de su Museo Diocesano y a continuación nos fuimos a Biescas para comer con un amigo común: Vicente Guzmán, otro maratoniano que está luchando por salir de una lesión muy puñetera. En la sobremesa hablamos de las mejores manera de entrenar. Toni no era muy partidario de hacer series (Intervals) y afirmaba rotundamente que Haille Gebreselassie no las hacía. Es un gran defensor de los cambios de ritmo y del entreno de calidad encubierto en la creatividad de los Fartlecks.

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Estoy comprobando -la experiencia de años de entrenador me lo ha estado insinuando-  que a los corredores populares les estresa las series. Es normal,  porque es agresivo mentalmente tener que hacer una determinada distancia en un tiempo determinado. Para un recién llegado al mundo de las pulsaciones altas, solo hay dos velocidades: rápido y lento  Les cuesta modular los infinitos ritmos que son necesarios manejar para un entrenamiento más milimétrico. Normalmente lleva tiempo coger el tino y clavar los tiempos,… saber a qué velocidad se está corriendo. El corredor que se conoce es capaz de afinar los ritmos y además esa destreza es motivo de gozo. Su cuerpo se convierte en una máquina de matar.

 

Estoy muy atento a las apetencias de los corredores. Cierto es que un entrenador sabe bien lo que le conviene al atleta y que si siguiera siempre los deseos de sus atletas, éstos no mejorarían tanto. Plegarse siempre a sus deseos es el peor legado que un entrenador puede hacerles. Pero, sin embargo, debe conocer las perezas que generan las incomodidades propias del entrenamiento duro. Raro es el día que no me comentan -hay que generar la confianza suficiente para que lo expresen- que les gustan más los cambios de ritmo (con ese aire de «make yourself») que la tiranía de las series con sus tiempos.

Al fin y al cabo, el beneficio es similar pero se llega por distintos caminos. La creatividad impera en los farlecks, pueden estar preestablecidos o ser aleatorios. Un ejemplo sería éste:10 cambios de 2 minutos vivos intercalando 1 minuto lento. ¿A que suena mejor que que 10 series de 500 metros?

Incluso en los entrenamientos «make yourself», en los que el atleta decide su ritmo sin aparente influencia externa, el grado de exigencia es muy alto. Resulta curioso. O bien se han equivocado en el ritmo inicial del primer cambio y han de ajustarse rápidamente a la baja, o bien son demasiado conservadores al principio y acaban los últimos cambios más rápidos (con el consiguiente refuerzo mental para futuros entrenamientos). En cualquier caso, el fartleck es un entrenamiento que ayuda a conocerte en un ámbito de mayor libertad. Y eso es muy bueno.

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