Admiración

La semana pasada se celebraron los Campeonatos del Mundo de Atletismo en Doha (Qatar). Las condiciones climáticas no fueron las mejores y los atletas de fondo combatieron la humedad y el calor extremo como pudieron. Atletas de nivel contrastado que sabían de antemano lo que se iban a encontrar en las pruebas de 20 y 50 Kilómetros marcha y en las dos maratones que se celebraron de madrugada para mitigar los efectos de la humedad relativa y la consiguiente subida de temperatura corporal. Artilugios con hielo, líquidos especialmente fríos cada 3 kilómetros. Habían entrenado en similares condiciones para habituar sus cuerpos al infierno de un circuito monótono y sin público. Hubo abandonos y las quejas y las excusas -yo no vi ninguna- podían haber sido un asidero en el que cualquiera de ellos se hubiera podido agarrar.

Un maratón es una prueba extrema -imposible renunciar a un dolor que siempre llega puntual- y te acompaña como una lapa la certeza de un futuro infame. Por ello, los maratonianos -da igual si fueras un atleta profesional o un amateur- consiguen siempre arrancar en mi un sentimiento de admiración -casi reverencial- por el solo hecho de haber aceptado voluntariamente la exposición a unos momentos tan perros y tan libremente elegidos. No hay dolor sin miedo, pero los maratonianos se enfrentan al miedo y lo superan a fuerza de regodearse en el dolor y darle sentido y trascendencia.

Los corredores populares ansían presentarse a un maratón. El transcurrir de los años, siendo fieles a un entrenamiento diario, hace que se pongan en situación de ilusionarse con ese objetivo. Es el proceso lógico de crecimiento deportivo que culmina con la participación en la distancia de 42.195 metros.

¿Cuándo uno está preparado para esta distancia? ¿Hablamos solo de entrenamiento físico o también -y altamente importante- de la capacidad mental para combatir la desesperación, el aburrimiento o la impotencia?¿Cuándo podríamos decir que hemos triunfado en una maratón?¿El triunfo está en el resultado frío o en la intención esforzada del que da lo máximo de su potencial ese día?

Recuerdo en 1989, en mi debut en la distancia con 18 años. Llegué al kilómetro 40 y tuve que andar los dos últimos. En mi fuero interno no me sentía maratoniano. Preparé la Maratón del año siguiente con el objetivo de no andar. Han pasado treinta años desde mi debut. Son ya casi 100 las maratones que han soportado mis piernas, pero sigo admirando a todo aquel que se presta a vivir una experiencia única. Como corderos llevados al matadero, como ovejas mudas ante los trasquiladores, esas son las sensaciones genuinas del que visita durante unas horas las calles de una ciudad cerrada al tráfico para un buen número de personas en calzones.

 

 

He visto muchas veces este vídeo y se me siguen humedeciendo los ojos. Tienen la fuerza de lo auténtico. Del ser humano enfrentado a sus miedos, a su precariedad. Os envidio a todos los que todavía no habéis experimentado esa sensación tan plena. Entrenad, entrenad con sistema y con respeto. Os animo a uniros al grupo de privilegiados que estuvieron en el infierno y viven para contarlo, felices para siempre al rememorar la batalla..

2 comentarios en “Admiración

  1. He tenido la suerte de ser de ese grupo de privilegiados.
    Como bien dices, no te sientes maratoniano realmente hasta que no completas uno de esos infiernos sin “pararte” a andar, solo corriendo.
    Y como a ti (con muchiiisimas menos maratones a mis espaldas), me emociona ver a gente que lo intenta. Hace mucho que dejé de reírme de aquella persona con la que me cruzo entrenando que va en chándal de franela y a la que le sobran veinte kilos. Ahora siempre les animo!!!!
    Un abrazo.
    Fer

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