Adiós a la mediocridad

No hay más que ver los modelos que nos ofrece la sociedad de consumo que son de usar y tirar. La mediocridad está de moda porque se piensa que cuanto peor, mejor.

Al esfuerzo y al talento se le ignora, arrincona, critica y castiga, mientras que a la incultura se la considera un grado. Se dan cien oportunidades al que no mueve un dedo por mejorar y, sin embargo, se mira con recelo y se pega un martillazo al que trabaja y se esfuerza.

Es importante que los líderes de cualquier ámbito sean los mejor formados y los que más saben. Que sepan hablar en público, que sepan Historia e incluso idiomas. Conocemos a muchos líderes que son unos paletos acomplejados. Los niños casi no tienen modelos a quienes seguir y me niego a pensar que los jugadores de fútbol lo sean.

Pocas personas hay que merezcan la pena porque estamos rodeados de muy poco sentido común. El 35% de la población no lee nunca o casi nunca. Los valores morales, el respeto y la admiración al prójimo están dejando paso al materialismo, la envidia, a lo políticamente correcto (también llamado buenismo), la mala educación y las adicciones. El espíritu crítico y la creatividad se están atrofiando hasta tal punto que lo anormal se está considerado normal.

Un corredor es alguien que sin duda está dando la espalda a la mediocridad. Ya sea por competir contra otros e intentar la victoria, ya sea -y es lo más frecuente- por superarse a sí mismo, está intentando dar su mejor versión. Un corredor es muy consciente de sus limitaciones pero no obstante tiene altos ideales, sueños por cumplir y gente a la que inspirar y por la que vivir.

Un corredor es agradecido. Se acuerda de sus seres queridos cuando llega a meta. Es humilde y aunque la lesión y la enfermedad están presentes en sus vidas, valora la salud y sobre todo la agradece. Está pendiente del que sufre y no duda en sufrir con él si fuera necesario. Se rodea en cada carrera de multitud de compañeros de trinchera en esa guerra incruenta llena de buenas intenciones y de perseverantes superaciones personales.

La mediocridad es más propia del que no lo intenta, del que no sigue intentándolo aunque no le haya salido a las primeras de cambio. El mediocre carece de la autenticidad del que tiene un objetivo y además un proyecto vital. De tus resultados en las competiciones no depende tu futuro como corredor. Estás por encima de marcas o puestos.

San Pablo lo expresa en la carta a los Corintios, hace ya más de 20 siglos: ¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.»

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