El jueves pasado fui a un Colegio Mayor para hablarles a unos universitarios sobre correr. En realidad, hablamos en función de las preguntas que iban formulando y que, cuál fue mi sorpresa, resultaron ser muchas y muy jugosas. Ya en casa, pensaba que había sido una ocasión inmejorable para inocular la afición por el deporte en general en una sociedad cada vez más sedentaria.
Empecé a desgranar la importancia del movimiento en la vida de cualquier persona y cómo le acercaba a una calidad de vida que ninguna otra cosa les podría proporcionar a nivel físico. Les conté lo que a mí me había dado correr y, en general, cualquier deporte que hubiera hecho cuando tenía sus edades. Me vino a la cabeza esta frase: «La gente olvidará lo que dijiste, también olvidará lo que hiciste, pero nunca cómo les hiciste sentir»
Por muchas explicaciones que reciban sobre las ventajas de correr, por muchas carreras que puedan participar, lo único que nunca olvidarán serán los momentos gozosos, dolorosos y gloriosos a los que les trasportó esta actividad: la gloria de la victoria o de la superación de uno mismo, el dolor soportado y convertido en un hecho natural lleno de todo sentido, el gozo del que se sabe afortunado por tener la salud que otros sólo pueden ansíar.
Cuando corres, ejercitas tu capacidad mental, el músculo de tu voluntad que te ayuda a salir de ti mismo. Cuando corres con compromiso necesitas ser fiel a las cosas pequeñas porque es ahí donde reside la fuerza.
Correr me hace sentir tan bien, que lo amo. Añado un amor más a los muchos que tengo en mi vida en una actividad que precisamente -como me cuesta y requiere de todo mi esfuerzo- lo convierte en un amor auténtico.
«No deberíamos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz», esta frase es de Santa Teresa de Calcuta y me reconocerás que siempre que vas a correr vuelves renovado, optimista y encantado de haberte conocido. Correr nunca nos dejará en la estacada, siempre fue y será una amante abnegada y generosa.
Invierte en ti, mejora tu talento. Eres tu mayor activo y corriendo lo aumentas multiplicado por diez. Haz del correr un hábito porque lo vivencias cada día y en todos los aspectos de tu día a día: los hábitos son cadenas demasiado ligeras como para que pesen, pero que pueden ser demasiado pesadas al querer romperlas. Correr es como un árbol, siempre podrás decir de él que «si alguien está sentado a la sombra hoy es porque otro plantó un árbol hace mucho tiempo».
Venga, corredores, ¡A plantar árboles! (¡A correr kilómetros!)
Y al final todo se reduce a las sensaciones y sentimientos,vamos a pasarlo bien muchas gracias
Fantástico artículo, AMIGO!
¿ Qué me hace sentir bien? ¡Lo que amo!
Si tenemos claro esto, el resto es disfrutar en el proceso!
Si lo amamos y nos hace felices y libres, no paremos de correr.
Gran artículo Juan.
Enhorabuena por tu blog