La primavera árabe

Si te apuntas a un grupo de entrenamiento normalmente tendrás la idea de experimentar un resurgir, aplicar un revulsivo en tu vida deportiva. Tal vez esta primera frase no te identifique, ya que me dirías que tus expectativas son más reducidas y que tan solo esperas un poco de compañía a la hora de obligarte a salir a correr. Perfiles de corredores hay tantos como personas.

El pasado viernes pensaba mientras corría en algunos de mis atletas. Precisamente en esos que han experimentado una mutación deportiva y seguramente también en lo personal. Son los que, como si se tratase de una primavera árabe, utilizan el correr -de manera consciente o inconsciente- como manera de reafirmarse en la vida.

La mejora va de suyo si somos perseverantes. Incluso más avanzas cuanto más básico sea tu nivel inicial. Lo veo a diario en los niños, que con el solo hecho de crecer van experimentando progresos en sus prestaciones. Y también lo veo en los adultos porque en el momento en el que meten buenas rutinas o hábitos, consiguen unos niveles adecuados de endorfinas, y ellas solas van haciendo su estupendo trabajo.

En un grupo de entrenamiento están los que parten de un nivel ínfimo y van creciendo de manera progresiva. Consiguen resultados inverosímiles para sus iniciales y cortas expectativas.

También están los que en su día corrieron y se consideran ya desahuciados. En éstos me quiero fijar, en los que están estancados y no mejoran sus prestaciones. Vienen al grupo de entrenamiento porque vagan sin norte en el proceloso mundo de las viejas lesiones y la falta de motivación. Quizá les falta una buena oreja que les escuche y les anime cuando las cosas se tuerzan. Quizá nunca tuvieron la sonrisa cómplice del compañero de fatigas. Quizá nunca experimentaron la franca y desinteresada ayuda del que comparte entrenamientos y se alegra sinceramente de sus éxitos.

Si eres de los que piensa que lo mejor siempre está por llegar, tendrás un lugar en mi grupo de entrenamiento. Aquí se trabaja para que las cosas sucedan. Y suceden porque nos embarga el optimismo y si lo perdemos -es muy fácil extraviarlo- se encargarán nuestros propios compañeros de fatigas en pedírnoslo.

Las sinergias positivas se llaman unas a otras, se entremezclan. Todas son bienvenidas y todas están convocadas.

Muchas primaveras árabes he presenciado como entrenador, y os aseguro que son un gran motivo de satisfacción. Conseguir que los atletas se sientan realizados no es cosa fácil, ya sabéis de su habitual inconformismo.

3 comentarios en “La primavera árabe

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