Estado del bienestar: nuevo paradigma

Estábamos equivocados. El Estado del bienestar no consiste en tener muchas cosas sino en valorar lo que tenemos. No me canso de explicar a mis alumnos de Bachillerato que «No es más rico quién más tiene sino el que menos necesita». Y en esta forzosa cuarentena lo vamos a experimentar a pesar de que -sobre todo en el caso de ellos- su adolescencia les pida a gritos la vida exterior y los momentos de esparcimiento social.

En este cautiverio hay que tener mucha fuerza interior para no venirse abajo, para tener unas rutinas saludables en lo físico, en lo mental, en lo emocional y en lo espiritual. No estamos acostumbrados al aislamiento. El otro día preguntaba a una persona el porqué de su correr. Me dijo que lo hacía para tomar el sol, por la alegría del aire libre, por tener salud y como medicina, por salir de su zona de confort, por escuchar música y como un momento zen de descanso, y el último motivo era por tener una rutina liberadora en su día a día.

Nos han quitado –la solidaridad obliga- la sensación de libertad que representaba ir a correr. Es una prueba difícil para nuestra condición de corredores. Tenemos que aprender a sacar lo mejor de uno mismo. Ahora más que nunca: ¿Cuál es la sed más profunda de mi vida?

Los chinos siempre lo han tenido muy claro, la palabra CRISIS la traducen como OPORTUNIDAD. Y quien no lo haya querido entender así, tiene un problema.

Ansiamos la felicidad y depositamos todas las esperanzas en lo material. Menospreciamos o por lo menos no tenemos en cuenta lo que nos hace más humanos: el silencio, la conexión íntima con un Ser superior que da sentido y fuerza a todo.

Reflexión del psicólogo F. Morelli:

» En una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día persiguiendo no se sabe muy bien qué, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa, día tras día. A contar las horas de un tiempo al que le hemos perdido el valor, si acaso éste no se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Acaso sabemos todavía cómo usar nuestro tiempo sin un fin específico?

En una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a menudo a otras figuras e instituciones, el Coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos fuerza a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a papá y mamá junto a los propios hijos. Nos obliga a volver a ser familia.

En una dimensión en la que las relaciones interpersonales, la comunicación, la sociabilidad, se realiza en el espacio virtual de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Cuánto hemos dado por descontado estos gestos y su significado?

En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad consiste en sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.

Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos por qué ha pasado esto, y empecemos a pensar en qué podemos aprender de todo ello. Todos tenemos mucho sobre lo que reflexionar y esforzarnos. Con el universo y sus leyes parece que la humanidad ya esté bastante en deuda y que nos lo esté viniendo a explicar esta epidemia».

Facundo Cabral, cantautor argentino, dijo:

La vida no tiene una explicación científica. Vamos a llegar a saber en qué momento puede haber estallado el Big Bang, pero no quién lo provocó. Le dijeron a Pasteur, usted siempre habla del alma y hemos abierto 100.000 cadáveres y nunca encontramos ni rastros del alma. Y Pasteur les dijo: Cuando muera vuestra madre, pártanla en mil pedazos y traten de encontrar el amor que ella tuvo por ustedes. Antoine de Saint-Exupéry le hace decir al amiguito del principito «Lo esencial es invisible a los ojos», lo que no se ve es lo importante.  Por lo que no se ve, sucede lo que vemos. Por el amor -que no se ve- naciste, y ahora te veo yo.

El paraiso no está perdido sino olvidado. En una eternidad siempre se puede empezar de nuevo. Einstein a los 60 años empezó a estudiar Griego antiguo. El tiempo es una invención humana, siempre se puede empezar de nuevo. No viniste a sufrir ni a aguantar. El que trabaja en lo que no ama, aunque lo haga todo el día, es un desocupado.Se está traicionando, el pan que lleva a casa es pan envenenado, pan robado. Por eso les va mal, hasta cuando les va bien. Ahora mismo puedes decir basta a las cosas que te encadenan. La vida es aquí y ahora mismo. El presente es un regalo, por eso se llama presente. Ahora más que nunca, estando en cuarentena forzosa. Este es un nuevo día para empezar de nuevo.

Cuatro verdades que en estos días experimentamos:

  1. No valen para nada las QUEJAS y las EXCUSAS
  2. No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita
  3. No es lo mismo precio que valor
  4. Si no vives para servir, no sirves para vivir.

Cuatro consejos concretos:

  1. No ir a saciar nuestro aburrimiento, ansiedad o angustia a la nevera o a la despensa. No comer viendo la televisión. (pincha aquí)
  2. Aprovecha para trabajar la flexibilidad y la fuerza.(pincha aquí)
  3. Restringe los dispositivos tecnológicos durante un tiempo tasado cada día. Escucha en tu silencio.
  4. Toma el sol. Analiza a qué horas te da directamente el sol en tu ventana o terraza.

Un gran abrazo y besos a todos. Nos toca ser fuertes.

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