El empoderamiento

No sé qué hago, que me llegan por las redes sociales vídeos con tutoriales y webinars de lo más curiosos. Están hechos por personas desconocidas que han pagado un dinero para llegar a perfiles como el mío. Prometen mucho a cambio de muy poco. Son personas con más o menos labia que les mueve (eso dicen) la generosidad de compartir sus conocimientos y ayudarte a ser rico, a ser un gran emprendedor o a tener un cuerpo diez incluso a partir de los 40 o 50 años. La verborrea y la simplicidad del mensaje atrapa: las 5 claves, las 10 preguntas, los 3 secretos,… en definitiva, el método infalible que harán de ti una persona distinta, un ave fénix de paz y rentabilidad dineraria y de gestión acertada de tu tiempo libre maximizado. Te prometen que, gracias a ellos, serás tú -por fin- quien lleve las riendas de tu propio destino.Aspiran a ser gurús, a acaparar la mayor cuota de mercado, a ser los líderes del marketing digital. Nos quieren dotar de herramientas como si la felicidad fuera un mecano.

El empoderamiento (empowerment en inglés) es una forma de liderazgo que consiste en aumentar o recuperar la fortaleza/poder de una persona. Para ello habría que generar cambios beneficiosos, como son el desarrollo de la confianza en uno mismo y en sus capacidades.

La sociedad de consumo nos empuja a vivir de buenos sentimientos, de buenísmos. Nos invita a la irracionalidad del infantilismo. Por eso mismo, nunca fue tan necesario como ahora, el diferenciar entre realidad y relato. Relato entendido como estrategia, porque se empeñan en trasladarnos la verdad previamente cocinada -la postverdad- sin que minimamente nos animen a contrastar con nuestra razón los argumentos que ofrece la opinión pública o -lo que es lo mismo- una mercancía interesadamente vendible.

Sin embargo, la verdad compromete. Implica un ejercicio arduo de búsqueda y de no quedarse con lo primero que tenga visos de credibilidad.

Conciencia, orden y belleza deberían estar en nuestro horizonte, pero están por el contrario en las antípodas del marketing mix y del «no basta serlo, hay que parecerlo»

Disfruté mucho el verano pasado empoderando a mis hijas y a mi novia, cuando descubrieron la belleza del Valle de Ordesa y sus cumbres nevadas. Para ellas subir un 3.000m será siempre una experiencia valiosísima.

Hace pocos días mi sobrino Santiago Robles, de 8 años, subió al Garmo Negro (3051m). Tanto él como su madre, volvieron renovados, empoderados.Para próximas fechas, si Dios quiere, subiré de nuevo el Balaitús por la Gran Diagonal. Esta montaña desde que la subí con 14 años -en 1985- se convirtió en mi meca particular y siempre que pueda acudiré a ella en busca de algo. En su día, ese glaciar junto a la Brecha Latour me dio un empoderamiento que siempre que vuelvo intento homenajear.

El resto del año, disfruto acompañando a mis atletas a descubrir la belleza y dureza de la larga distancia. Lo largo y tedioso se concreta en una mítica distancia: la maratón. Es sensacional ser un espectador privilegiado de las proezas de corredores anónimos que empeñan su tiempo libre por conseguir sacar la cabeza y decirle a la humanidad que tienen mucho que aportar. Me muero de gusto viendo su lento pero inexorable empoderamiento.

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