Mis innegociables

Mi novia es una fan confesa de patri_psicóloga y hace poco me mostró un texto suyo que me reconciliaba con lo que había sido, es y será mi vida:

«Yo llamo mis innegociables a esos momentos, a ese tiempo que necesitas para ti y que no estás dispuesto a renunciar. Conocer nuestros innegociables nos ayuda a poner límites y hacer respetar ese tiempo y espacio».

Durante el Estado de alarma tuvimos nuestros innegociables. Esas cosas que, si o si, hacíamos a diario. Para mí, una de ellas fue correr mañana y tarde en mi terraza de 25 metros cuadrados. Llamadme loco, pero sigo convencido de que eso me salvó de la locura.

Antiguamente se celebraba a finales de septiembre la Maratón de Zaragoza. Esa fecha implicaba correr -y mucho- en julio y agosto. Unos corredores se quejaban por el inevitable calor -tenían que entrenar casi de madrugada- pero sobre todo porque durante las vacaciones familiares no estaban dispuestos a someterse a una rutina y unas exigencias impropias del paradigmático no hacer nada que -no sé porqué- es la panacea del descanso.

No hacer nada debe de ser muy frustrante. Incluso tiene pinta de ser cansado. Quizá prefiera hacer otras cosas que requieren menor esfuerzo o que durante el año me son imposibles.

A mí no me cuesta entrenar habitualmente. Me ordena el día, me lo centra. Hay días que corro por compromiso conmigo mismo y con la sociedad y en los que realmente no me apetece. Por suerte son los menos. Si se concentran en el tiempo es indicativo de que necesito más descanso, más masajes. Si no es así, es cuestión de esperar, porque el día gozoso entrenando aparece cuando menos te lo esperas. La cosa es que siempre sumas aunque no víbres especialmente entrenando.

Lucha por 3 o 4 innegociables (yo tengo los míos) que nos ayuden a vivir con una calidad de vida superior. No aceptes que se burlen o minusvaloren los tuyos. Son lo más preciado que tienes, tu esencia. Y no te engañes, la calidad de vida nada tiene que ver con lo material.