Zidanes y Pavones

¿Te acuerdas de la era galáctica del Real Madrid con jugadores como Figo, Zidane, Beckam y Ronaldo? Durante ese periodo también surgieron futbolistas con buen rendimiento. Por eso se acuñó el término «Zidanes y Pavones» como un eslogan que transcendió a la sociedad, al juntarse en una misma plantilla los mejores jugadores del momento a nivel planetario junto a prometedores canteranos blancos como Francisco Pavón.

En un grupo de entrenamiento -es muy sano que suceda- hay distintos niveles deportivos. Depende de su genética, su edad, su corta o larga trayectoria deportiva, de su implicación a la hora de dedicar más sesiones al ejercicio físico y también depende a si le sumas a todo lo anterior, una alimentación comprometida. Unos evolucionan rápido y otros no tanto. A unos les inquieta su progresión fulgurante y a otros menos.

Los ingredientes para la mejora física son archiconocidos por todos mis atletas y cada cual, en el uso de su libertad, decide qué hacer con ellos. En mi grupo de entrenamiento tengo jugadores de todos los pelajes y a todos los quiero por igual.

Están los que deslumbran por su alto rendimiento…, estoy pensando en Alberto, Marius, José Luis, Lesmes, Marina, Luis, Jesús, Roberto, Noelia, Ainhoa, Carlos…da gusto verlos deslizarse por el parque sin aparente esfuerzo. Me los imagino como elfos –personajes de El Señor de los Anillos de Tolkien- e incluso como seres mitológicos más propios de un Olimpo abarrotado de semidioses.

Luego están los que ocupan habitualmente las posiciones intermedias. Son los humanos, capaces de lo mejor y de lo peor. En ellos deposito gran parte de mis esperanzas. Gracias a su constancia han evolucionado francamente desde el primer día que llegaron y son un ejemplo para el resto del grupo. De toda esta clase media, que es la más numerosa, destacaría a Mauricio, prototipo de corredor con sentido común y con una sabiduría innata que le hace disfrutar simultáneamente de los placeres mundanos y de las series más exigentes.

En un tercer escalón, están los hobbits, simpáticos seres que habitan la tierra Media y que, aunque suelen ocupar los últimos puestos y tardan un poco más en llegar al final de cada repetición, son imprescindibles en los entrenamientos. Nunca se desaniman y se sienten muy queridos. Estoy pensando en Eugenia, Ana Cris, Belén, Aurora, Rubén, José Manuel, Txema, Betel, Pilar…os aseguro que son el orgullo del resto del grupo. Son la sal de la tierra. Se cumple aquello de que «los últimos serán los primeros«. Al final de cada serie son recibidos con admiración por los más avezados.

El otro día -sucede más veces de las que os podáis imaginar- fueron aclamados con aplausos en la serie que hacía de colofón al entreno. Como entrenador es el summum, se me caía la baba presenciando el compañerismo que se palpa entre ellos. Muchos empezaron siendo tortugas y ahora son como liebres. Los entrenamientos sin los de atrás no son nada.

Si en algo se caracteriza un grupo de entrenamiento -además de la consabida mejora deportiva- es por su componente humano. Las sinergias y las interrelaciones son infinitas. El buen rollo es la condición imprescindible para que se produzcan los milagros, y estoy habituado a verlos a diario. ¡Qué mérito tendrá siempre que un humano ansíe superarse a si mismo! y que poco importa que seas elfo, humano o un sencillo hobbit.

¿No se dice, con razón, que lo importante no es tanto la meta, sino disfrutar del camino?

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