Cuando hablo o escribo me entretiene tener que decir mucho con pocas palabras y lo intento hacer, además, de la manera más amena posible.
Sin ser consciente al principio, he llegado al convencimiento que solo puede ser así, si utilizo toda la riqueza de vocabulario que tiene nuestro idioma, el de Cervantes.
Hay siempre una mejor manera de -al contar historias- transmitir emociones. En el 2010 me dio por leer y escribir poesía pero reconozco que en la prosa me encuentro más como en casa.
El otro día oía una palabra que nunca se me habría ocurrido utilizar y se me izaron las orejas como un lobo ante una presa. Cuando me sucede, enseguida busco en la RAE su significado para, con precisión, obtener todos sus matices y luego intento utilizarla en cuanto surge una ocasión. La palabra en cuestión era GATUPERIO y éste su significado: embrollo, intriga.
Con ocasión de la pandemia, se puede y con razón, decir que la situación económica y social en el mundo es de gran gatuperio. A mi modo de ver, el embrollo se produce por el miedo. Y para mí, el miedo no admite graduaciones porque si es razonable, a eso yo le llamo prudencia.
Sé que hablar del miedo es meterme en otro gatuperio y admitir las consecuencias de lo que escribo desde hace 7 años en este blog es el pan nuestro de cada día: intento alejar lo más lejos posible el miedo de mi vida.
El miedo tiene la fuerza de lo irracional, de lo que afecta a las emociones, a lo oculto de nuestra persona.
Cuando era un niño me leí el cuento de los hermanos Grimm de 1812 llamado «Juan sin miedo«. No me vi identificado por llamarme Juan, al revés, lo interpreté como una cruel casualidad. Era un niño con miedos, en concreto, tenía un miedo reverencial a la oscuridad. Mi autoestima se veía dañada en cuanto el pasillo de mi propia casa se oscurecía por las noches y tenía que correr apresuradamente para darle a la primera intentona al interruptor y así alumbrar la penumbra.
Si me leéis habitualmente, os habréis dado cuenta de mi único miedo de adulto: el de tener miedo.
Os pondré un texto de Miguel Delibes:
-Dime, ¿Por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y cuando no sabe se hunde?
-El miedo pesa, hijo.
Nos meten miedo desde los medios de desinformación y es un mecanismo de control de masas muy rentable. El miedo paraliza y hunde. El miedo está de moda. Y me parece buena idea ir en el sentido contrario a las modas
Entre los corredores predominan los no-temerosos. Los valores del deporte están impregnados de audacia, de reto, de logro, de segundas y terceras oportunidades. No cabe el miedo cuando constantemente avanzas hacia delante a pecho descubierto.
Los corredores son muy sensibles a su salud y también a la Salud Pública. Son responsables y usan la mascarilla cuando es necesario. No conozco negacionIstas entre ellos. Su sentido cívico está fuera de duda y no paran de cuidarse para no ser personas de riesgo. Si conviven con un mayor evitan sus relaciones sociales. Un corredor es un ciudadano 10, su cuerpo es sostenible y aspira a que su entorno social también lo sea.
Gracias,es una suerte tenerte ya que por la edad ya no tengo abuelas .Te quiero mucho maestro casi tanto como a mi,porque todo empieza en el amor propio
Txema, aquí una abuela
Me gustan mucho tus reflexiones sobre las palabras y los miedos. Un abrazo
Un abrazo Paula !!!