Siendo joven, encontré en un libro de espiritualidad una cita que decía así: «Cuando percibas los aplausos del triunfo, que resuenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos«. A esa corta edad en la que lo leí, no eran muchos los fracasos, pero hoy en día ya son legión.
Muchas veces he metido la pata, unas por malicia y otras por torpeza: en muchas ocasiones hice daño sin querer hacerlo. Sin ir más lejos, la semana pasada mastiqué el amargo sabor del error involuntario. Me costó sobreponerme al sofoco. La soberbia -en estos casos- acecha y exacerba la vergüenza. Mi carácter impetuoso y a ratos intransigente me lleva a lugares sin un claro y rápido retorno.
El día 6 de diciembre, en Valencia, se celebró la Maratón de Valencia. Fue un éxito mayúsculo: deportivo y mediático. 11 récords nacionales, 61 mínimas olímpicas y 77 mejores marcas personales. El que tuvo la merecida suerte de estar invitado a esta fiesta (por ser élite) y no dio la talla, es comprensible que no pudiera -aunque solo fuera por unos instantes- evitar el auto-machaque.
Estoy pensando en Toni Abadía, atleta bravo y pasional que no tiene que demostrar su valía a los que le queremos, pero que tiene que refrendar continuamente con marcas su bien merecido estatus.
Cuando llega el fracaso deportivo, duele (qué suerte los que no nos jugamos los dineros si conseguimos malas marcas). El fracaso nunca es plato de buen gusto. Es momento de pensar en los aplausos que arrancaste en otras ocasiones, porque todo tiene arreglo menos la muerte.
Correr es el deporte de las enésimas oportunidades. No queda otra que mirar siempre hacia delante. El pasado, ni para coger impulso.
Lo saben bien los corredores de raza. El correr les ha ayudado a forjar su carácter, a no tener excesiva piedad de sus errores, a ser exigentes consigo mismos. A querer los fracasos porque les ayudan a mejorar y a querer salir de nuevo de la zona de confort.
Es una frase muy manida pero que siempre resulta: «una veces se gana y otras se aprende«.
Aprende a correr 
…pero siempre se aprende, es importante también la enseñanza de la derrota como el disfrute de la victoria
nadie nace aprendido, la escuela empírica nos lo ha enseñado, prueba y error, y seguir adelante.