Desde hace ya tiempo me está costando -por si no lo sabías, dentro de siete meses cumpliré 50 años- una grúa y un buen café, y así poder arrancar por las mañanas. Sería incapaz de ponerme a correr nada más incorporarme de la cama. Va a ser verdad cuando dicen, que cuando alguien de más de 40 años se incorpora de la cama y no le molesta nada, es que está muerto.
Cuando tienes una edad valoras el disfrutar de un descanso nocturno reparador. Además de las horas que estés tumbado (6, 7 u 8), está el asunto de si son seguidas o no. Las ocho horas seguidas de sueño es un preciado tesoro, como también lo son la agilidad y la flexibilidad, cualidades que se van perdiendo con los años y que hay que esforzarse por conservarlas lo más posible.
Ocúpate seriamente -y más, conforme pasan los años- del entrenamiento invisible: estirar, fortalecer y descansar. Recibir masajes e ingerir comidas y bebidas saludables, disfrutando de los vicios y los excesos solo en contadas ocasiones.
Y hablando de lesiones, ¿no os habéis percatado que es imposible que os duelan dos zonas de vuestro cuerpo a la vez? El dolor es selectivo y se centra en la zona más perjudicada. Es cosa del instinto de supervivencia. Todas las energías del cuerpo se centran en lo urgente, en lo prioritario. Y una vez solucionado, empieza a doler lo que hasta entonces estaba latente y como esperando su turno.
Solo diré que estoy en forma si ha pasado una semana sin molestias. He experimentado dolores de diversa índole que, una detrás de otra, han ido pasando delante de mis narices con desvergonzada insolencia.
Alguna vez disfruté del nirvana, de mi cuerpo flotante en el más absoluto bienestar. Era como si estuviese rodeado del líquido amniótico en una cálida placenta. Recuerdo en el 2007, en el calentamiento previo a la media maratón de Granollers. Las calles de este pueblo barcelonés fueron testigos de la ausencia total de tensiones musculares o de acortamientos en mis piernas. No en vano, ese día hice mi mejor registro en 1 hora 11 minutos. Calentando suavemente era consciente que ese día era EL DÍA.

Durante el mes anterior tuve varias veces la sensación de estar como corriendo sin cadena, dicho en expresión ciclista: con plato grande y piñón pequeño, avanzaba mucho y casi sin esfuerzo. Los astros se alinean, el entrenamiento da sus frutos: el descanso es el justo y necesario, las cargas de entrenamiento son las que mi cuerpo era capaz de asimilar sin cruzar la delgada línea roja de la lesión o de la molestia.
Es bonito cuando sucede y se llama serendipia, como la añoro. Es el flow hecho cuerpo.
Ahora, a mi edad, celebro los días en los que el entrenamiento se completa con éxito y con cierto placer. El placer que llega cuando al correr te olvidas que estás corriendo.
Te leo palabra a palabra y me siento identificado, tengo 57 años y molestias continuas en mi mochila.La frase final es magistral. «celebro los dias…» Gracias por la reflexión
Un fuerte abrazo Fernando
Juan Romero