Emociones a flor de piel

La meta es el lugar ideal para impregnarse de todas las sensaciones -siempre contradictorias- que experimentamos los corredores durante los 42 kilómetros.

Fue en 1990 cuando descubrí lo que podía sentir, al traspasar la línea de meta en una carrera demasiado larga para mis tiernos 18 años. Lo tuve claro: si quería sentir fuerte, tenía la manera. Sólo era cuestión de ponerme al límite y ahondar en la espesa zona de dolores y de irracionalidad voluntaria.

Lógicamente llevo muchos años en esto del atletismo y lo que viví ayer, en la Maratón de Zaragoza de 2012, fue una de mis mejores experiencias deportivas. Ayer tuve la suerte de veros llegar a meta. Intuía que iba a ser glorioso y sin duda que lo fue. Teníais que veros. Cada uno de vosotros (ayer más de mil), con vuestros porqués y vuestros requiebros. La quietud en vuestra mirada al experimentar que la misión está cumplida y porque ningún reproche os puedo poner a vuestro actuar. No os cambiaríais por nadie y os enorgullecéis de ser quien sois (porque en el correr largo se manifiesta siempre la podredumbre de la condición humana y el kilómetro 32 se encarga siempre de recordarlo).

La zona de meta se me asemeja a una plaza de toros abarrotada de espectadores. El corredor que llega, es toro que sale de la oscuridad de chiqueros. Ayer me convertí en un torero arrodillado esperando a la bestia que -deslumbrada- se para ante tanta luminosidad.

Tuve la suerte de recibiros y recoger lo que erais, vuestra humanidad. ¡Si os hubierais visto!, vuestra mirada lo decía todo. Estabais a lo vuestro, lidiando a la vez con la alegría y el dolor. Cada uno a su manera lo expresaba, solo vosotros sabíais vuestra intrahistoria. Seguro que muchos de vosotros eráis debutantes y os envidio por ello. La siguiente maratón que hagáis ya nunca será igual a esta primera: la belleza del primer amor es insuperable, hoy ya sois maratonianos pero ayer teníais mil dudas. Vuestros dolores os recordarán mañana, lo valientes y sufridos que fuisteis hoy y que por supuesto, lo daréis por muy bien empleado.

Lo mejor de cada uno se muestra cuando más necesitados estamos de lo más elemental. Presencié reacciones de todo tipo: desde aquel que miraba al cielo al que se santiguaba a la vez que cerraba los ojos, o el que entraba en meta con sus hijos con la emoción contenida, y también la que no podía más que llorar, ella bien sabrá el porqué.

Fui testigo rebozado en vuestros sudores al abrazaros. Sudor de hombres y mujeres que voluntariamente se exponen al dolor y al reto de lo difícil. Teníais que haberos visto. Beatífica expresión del sufrimiento del que ayer yo era depositario.

Si tuviera que resumir lo que es un maratón, os animaría a ver este vídeo

Si vierais que caritas me traéis…

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