El valor del dolor

¿El dolor es algo sucio y feo que debe evitarse a toda costa?

Hoy en día, hablar bien del dolor no está de moda y según muchos es incompatible con la felicidad o la autorrealización. Menos mal que nos queda una pequeña parcela a la libertad personal para que cada uno decida dónde aplica sus más ocultas privaciones.

Me gustaría dar unas pinceladas al beneficioso encuentro con el dolor.

Mi experiencia de vida me dice, que es imposible Vivir -con mayúsculas- sin no tocar aunque sólo sea con la yema de los dedos la desagradable experiencia del dolor. El dolor puede ser voluntario o involuntario. El dolor puede ser físico o moral.

Qué bueno sería que pudiéramos elegir cada uno su dolor, pero la vida es otra cosa: las cuestiones sobrevenidas que no controlamos como la muerte de un familiar, la enfermedad propia o ajena, la sed, el hambre, el sueño, el cansancio. ¿Por qué sumar más dolor al que ya la vida nos da sin buscarlo?

¿Cuántos corredores se han escapado al dolor provocado por la falta de aire en los pulmones, por la acumulación de lactato en los músculos o por la desoída necesidad imperiosa de pararse? No conozco a ninguno.

Los corredores estamos familiarizados con el dolor. En general, en toda actividad física se genera un déficit en algún momento de la práctica deportiva. Como dijo Serge Girard, atleta francés de ultradistancia, “No se puede correr 75 kilómetros sin tener dolor, pero hay que aprender a trascender el dolor, a aceptarlo y a actuar con él. Hay que caminar cuando la cosa no va bien y ser paciente, porque se aprende que siempre acaba por pasar”.

30 mayo 99

Murakami escribe -en su famoso libro De qué hablo cuando hablo de correrPain is inevitable, suffering is optional El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional. El que ama sufre, esto ya nos lo decían nuestras abuelas. Y es entonces cuando me planteo que al amar mucho la actividad física llamada Correr estoy dispuesto a aceptar el dolor con la naturalidad con la que tantas veces nos visita, con la diferencia de que ésto lo acepto voluntariamente.

Si he decidido ser corredor, estoy asumiendo que el dolor va a ser un amigo con el que me tengo que llevar muy bien. Le doy sentido y por tanto es esperanzador y redentor.

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