Yo también lloro en el kilómetro 41

¿Se supone que los hombres no lloran?

Hace años ser hombre y sensible no tenía tan buena prensa. La delicadeza y la ternura eran adornos con mucho más acomodo entre las féminas.

Pero siempre vi en la maratón una posibilidad magnífica de acercarme durante un rato a mi lado femenino. La delicadeza con la que se cuida a un enfermo, a un anciano o a un moribundo, así es como nos tratamos y nos vemos durante los últimos kilómetros de cualquier carrera y -más todavía- de una Maratón.

El domingo pasado pasará a nuestra biografía familiar. 5 de diciembre de 2021. Será imposible de borrar para los 6 hermanos ROMERO SEBASTIÁ.

Allá por el kilómetro 41, una vez que el infierno de los treinta y tantos se apacigua y te ves entrando en meta, entras en un nirvana de flojera emocional y das rienda suelta a tus sentimientos veraces, tangibles.

Se volvió a repetir la misma historia. Ese cúmulo de circunstancias menesterosas, ese correr en precario, ese malestar mantenido en el tiempo, ese noséquéquéséyo que hace que se desencadene todo y que se apodere de ti un sueño por fin cumplido del que no puedes ni quieres despegarte.

Muchas veces oimos nuestros nombres en carrera. Nunca, nunca, nunca terminaré de acostumbrarme a las muestras de cariño que se generan durante una carrera. La empatía de un público entregado a la entrega de los corredores, gentes que destilan ternura y manifiestan lo femenino, como tantas madres que se entregan con generosidad a sus hijos sin buscar nada a cambio.

Ya en meta, esbozamos una sonrisa de agradecimiento a la vida. Hemos sobrevivido, hemos peleado y nadie puede pedirnos nada más. La entrega fue extrema. El alivio nos embarga. Efluvios de buenrollismo lógicos y necesarios. El reconocimiento de personas hacia sus congéneres que se han expuesto voluntariamente al dolor. El ser humano desnudo de artificios y sin corazas. La humanidad se ha abierto paso entre las calles de la ciudad. La bondad roussoniana que nos acerca a los animales pero que sólo un ser humano ético es capaz de tiznar de sentido: miradas al cielo, promesas cumplidas, intenciones ocultas, dorsales con dedicatoria, familiares emocionados en meta recogiendo los despojos del que ha peleado por un motivo, la curación del alma y un sinfín de emanaciones que nunca podrán dejar indiferente.

Recomiendo vivamente presenciar el momento de la meta: reencuentros, miradas cómplices, lágrimas,… el hombre como sujeto de trascendencia.

Un Maratón sin emociones es como una película de amor sin protagonistas, un fraude.

8 comentarios en “Yo también lloro en el kilómetro 41

  1. Y yo también Juan.

    Llevo todo el día buscando palabras que reflejen la emoción que sentí en el tramo final de la carrera del sábado.
    El abrazo sincero del voluntario en los últimos avituallamientos, la aparición de Alquezar iluminado cuando corría solo bajo la luna en un bosque impenetrable,…
    Ninguna palabra podrá reflejar nada de esto.

    Solo puedo decir » Yo también Juan «

    • Hola Luis. Enhorabuena por los 102 kilómetros en la sierra de Guara. Tengo ganas de hacer algo contigo por montaña, a nuestra marcha y sin más afán que la de compartir una jornada de compañerismo. Enhorabuena Luis, eres inspirador.

  2. Buenos dias, y habla una de las muchas personas que estuvo allí y os vio a todos, a todos esos valientes deportistas que ganasteis la marathon, a todos. Es tan emocionante!!!! estuvimos hasta que a las 5h nuestra compañera y amiga Isabel, atravesó el arco…………………..de La Plaza del Pilar!!!…………….lo consiguió, ella y todos a los que animamos incansablemente ( una gran ayuda que en los dorsales se indique el nombre del corred@r), así que deciros que es un lujo ver como zancada a zancada llegáis a los 41.195m,
    Admirable !!!
    Enhorabuena a todos!!!

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