Hay semanas en las que entrenar se convierte en una tortura y el cansancio se va acumulando de lunes a domingo. Otras semanas los entrenamientos, en vez de cansarnos, nos dan vigor y tenemos sensación de plenitud. Si lo analizas un momento quizá -en la mayoría de los casos- se deba a que has cuidado -o no- el entrenamiento invisible.
¿Y en qué consiste este entrenamiento invisible?
En lo que haces de forma pasiva a través de los hábitos de tu día a día (dormir más, comer mejor, estirar más,…) y que te conducen a una mejora en tu forma física por asimilar mejor las cargas de entrenamiento.
Los aspectos que contribuyen a aumentar la rapidez en la adaptación y recuperación de las sesiones de entrenamiento son los siguientes: la calidad de las horas de sueño (acercarse a las ocho horas seguidas), la nutrición (huir de las digestiones difíciles y de los ingredientes menos saludables), tonificación muscular y estiramientos, fisioterapia (sauna, crioterapia, masajes de descarga, etc.) y cómo te tomas las contrariedades del día a día.
De nada nos sirve entrenar mucho si no asimilamos el entrenamiento a través del descanso de cuerpo y de mente. De nada nos sirve entrenar mucho si no tenemos reservas energéticas adecuadas proporcionadas por una buena nutrición.
Todo se resume en el descanso, en el trabajo de la fuerza y en la correcta alimentación para asimilar el entrenamiento. ESCUCHA ATENTAMENTE TU CUERPO y cuídalo como la herramienta que es y que te sirve para disfrutar de cada metro.