Ayer charlábamos animadamente después del entrenamiento mientras estirábamos. Salió el tema de las redes sociales y de cómo los corredores populares entramos en una dinámica de presión excesiva ya desde el momento en el que pertenecemos a un grupo de entrenamiento. Como dice uno de mis atletas, que es ingeniero, una olla a presión estalla no por el fuego que la calienta, sino por el vapor que hay en su interior. Mira que sabe el jodío.
La premisa menor es que -somos tan amateurs- que no nos ganamos la vida con correr. Y por lo tanto lo hacemos por gusto y disfrute. Nunca llegaremos a olímpicos, pero eso no es problema para dedicarnos en cuerpo y alma a correr, porque también es legítimo querer mejorar y superar nuestros tiempos. De hecho en ésas estamos.
Sabemos que será con dolor, con la angustia del pulso alto y del ritmo elevado. Pero nos compensa pasar momentos de penuria cuando es esa gloria subjetiva la que nos espera, que no es otra que la superación del reto.
Hemos llegado a la conclusión de que » el dolor es inevitable y el sufrimiento es opcional» y nos puede y debe compensar.
La premisa mayor es que nuestra relación con el atletismo debería ser como una relación de pareja. Empezar siendo como la de los novios, donde predomina la fogosidad y la impaciencia. Con ese primer flechazo y ese intenso enamoramiento donde se realzan solo sus bondades: vemos que nos hace estar bellos por dentro y por fuera. Con el correr eliminamos estrés y grasas a partes iguales, los pensamientos fluyen con paz y relajación. Sólo vemos el disfrute en esos encuentros esporádicos llenos de belleza. Una vez superado el primer momento de apuro, que supone empezar a correr, todo es muy bello: los ritmos aumentan, los registros se baten, cada carrera es una fiesta de superación y logro personal.
Pero, ay amigos, lo que es maravilloso, con el paso del tiempo se puede convertir en rutina, en pensamientos de que no vale la pena esforzarse tanto para tan poca mejora e incluso retrocesos. Nuestra mente nunca estará preparada para presenciar el fracaso que supone que para avanzar dos pasos haya que retroceder uno, dos o incluso tres. Llegan las lesiones, llegan los sinsabores de empeorar la marca… llega el momento de aflojar la mente y volver a los básicos: ¿Por qué corro? ¿Para qué? Desembarazarse de la carga pesada del que dirán, de la comparación con otros corredores, de tener que, avergonzados, decir que esta vez no nos hemos superado a nosotros mismos.
Y después de muchos años corriendo me doy cuenta que esto de correr es como cuidar una relación personal. Hay que pasar momentos malos, sin brillo e incluso dolorosos. Pero lo que no falla nunca es este deporte que siempre nos dará más de lo que le damos. Siempre habrá kilómetros para recorrerlos sin presión, por el simple placer de correr, de encontrarnos a nosotros mismos, de tener ese momento feliz del día en el que dejar de pensar y tan solo dejarnos atrapar por el ruido de nuestra respiración y el crepitar del suelo.
Tenemos suerte, hemos caído en las garras de un novio que siempre estará ahí y que no falla nunca.
Después de las premisas, mayor y menor, llega la conclusión:
Analiza si corres realmente para ti o para la galería. De si predomina la presión frente al disfrute.
Queremos mejorar, eso es legítimo, pero tenemos que pensar con frecuencia el por qué. Y enderezar el rumbo si fuera necesario.
El reto está ahí: hacer lo posible y lo imposible para que este matrimonio sea para toda la vida.
Para mi correr sigue siendo la compañera fiel que nunca falla. Esa amante fogosa que me proporciona momentos irrepetibles de placer. Esa esposa que me ve cometer excesos pero que siempre me los perdona. Esa madre que me recoge cuando no sé a dónde ir desorientado. Ese amigo que escucha mis desatinos sin la acritud debida por mi mal comportamiento.
No me pide nada y me lo da todo. Me escucha siempre que la necesito. Me está esperando como el padre del famoso hijo pródigo que nunca imaginó los agasajos y las celebraciones por su vuelta.
¿No te ha pasado que al correr sientes que tienes superpoderes, que es tu momento lavadora que actúa como relojero para facilitar el funcionamiento de tu maquinaria interior, que te hace sentir más ágil y poderoso, con ganas de todo, donde todo se ordena y donde todo se relativiza, aportando humor donde había problemas?