Hace años mandé a mis atletas un email en el que les contaba que sufría de bursitis en el calcáneo y que estaría en el dique seco durante unos meses. La inmensa mayoría de ellos gastaron tiempo en contestarme dando muestras de apoyo e intentando minimizar el impacto que siempre genera una lesión de largo recorrido en el ánimo de un corredor.
Lo mejor de ser entrenador es que te das cuenta de lo mucho que te aportan cada una de ellas. Cuando corren manifiestan las maneras de ser más genuinas de cada uno de ellos. Y a mí lo que me importa es la persona con sus circunstancias vitales. El conjunto.
Os rescato dos textos de mis atletas con motivo de mi reciente lesión, son impagables:
«Querido Juan, como sabes, no son momentos agradables y además es dificil de explicar, y sobre todo compartir cuáles son las sensaciones que sufres. Nadie lo entiende, piensan que es un capricho y una moda el correr y te das cuenta de repente que ya no puedes y que has de anteponer todo a tus caprichos . Algunos médicos, no dudo que con buena intención, aunque con poca empatía, te dicen que se ha terminado. Que pasas a una situación en la que lo importante no es combinar las series con las tiradas largas y plantearte la siguiente carrera popular en la que sabes, que con seguridad, no vas a ganar más que un buen rato con unos buenos amigos; sino que a partir de ahora lo importante es no confundirte en la combinación de los medicamentos recetados y que tu objetivo está en la siguiente visita al galeno, en la que te variará las dosis en el mejor de los casos.
Pues no , no lo acepto y no estoy de acuerdo, sé que he de tener paciencia y no perder el ánimo, pero esto es fácil decirlo y difícil lograrlo, sobre todo cuando llega otro jueves a las 20:30 y te quedas en casa y cuando veo la siguiente carrera popular en mi bandeja de entrada y la borro rápidamente para no tener ni la tentación de leer el día.
No soy bueno en esto del deporte, nunca he ganado nada ni nunca ganaré, pero me gusta, me relaja, me hace sentir parte de un grupo importante que se junta para entrenar (incluso cuando diluvia) con la intención de ganar un segundo no sé a qué, pero mejorar al fin y al cabo. Terminar una carrera me hace sentir algo muy difícil de explicar. Mi hija siempre me pregunta por qué cuando termino una carrera abrazo a todo el mundo, y no se lo he sabido explicar hasta ahora. Ahora sé que hay tantos inconvenientes para empezarla que si lo haces y logras terminar, por poco importante que sea, ganas un pedazo de felicidad que quieres compartir y que nadie te la quitará jamás. Y cuantas más carreras corres, más llenas el saco. Creo que quieren que cierre definitivamente mi saco y no estoy dispuesto.»
Y en esta segunda carta, en su día me escribieron:
«Querido Juan, Dios existe y además es bueno y justo. Al final reparte las penas entre todos. No es que me alegre de tus dolencias, pero algo te tenía que tocar en el sorteo de las desgracias.
Esta mañana he salido a hacer mi «rodaje a ritmo de maratón de 70 minutos + cuatro rectas + estiramientos», con ibuprofeno en un estómago vacío y gruñón, con un tendón que no deja de quejarse desde hace demasiados meses, y con otros dolores que simplemente no los nombro porque no sé ni cómo se llaman ni a qué músculos, tendones, nervios, grasas, células u hormonas afectan. Y me acuerdo de ti. Me acuerdo de todos vosotros a cada paso que doy, a cada quejido al bajar un bordillo, a cada subida que se adivina por delante, hasta que llego al final. Entonces, algo que dicen que se llaman endorfinas, hace que sólo me acuerde de mí, de que no me duela nada, de que me vea a mí mismo más alto, más rubio, más delgado, más guapo… más joven, y que sólo piense en el próximo reto de esas tablas bíblicas que un día nos enviaste.
En fin, que te deseo suerte con tus males, pero también que seas bienvenido al club de los que vivimos con esas cosas tan raras que nombras. Y tan familiares. Tan familiares que hasta les ponemos cubierto propio en la mesa diaria de mi casa. Mis hijos ya no me preguntan por mí. Preguntan por mi tendón. Han pasado del «¿qué tal estás papá? » al «¿qué tal está el tendón?». ¿Te das cuenta de lo que significa esto? Sólo falta ponerle un nombre de pila. Paco, por ejemplo. Hola Paco, buenos días Paco, qué tal Paco… Ese día, que llegará, me tendré que ir de casa. Una lesión traidora y desleal habrá ocupado mi lugar en mi mundo. Prometo batallar para que nunca llegue ese día.»
Como veis sigo aprendiendo de mis corredores. Son lo mejor.
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¡Qué sabios tus atletas! Un abrazo fuerte
Otro Paula. Nos vemos pronto!