Recuerdo que en mi adolescencia competíamos en los 600 metros en la pista de atletismo de mi colegio (además de los 50 metros y otras pruebas como dominadas, salto con pies juntos y abdominales) porque era una manera de medir nuestro potencial. Se hacían al principio del curso para determinar los niveles de trabajo de la asignatura de Educación Física.
Me empeñaba en mejorar mis registros año tras año, especialmente en esta prueba. La entrenaba cada verano y llevaba control de los tiempos año a año. Por ese motivo le planteé a mi profesor de Educación Física Don Antonio la posibilidad de repetir la prueba unos días después con los alumnos del curso superior ya que no me había quedado satisfecho con la marca realizada. Recuerdo su frase lapidaria: «Este año ya no mejorarás más». Aunque era cierto, me enfadé por dentro porque consideré que no confiaba en mis ganas de superación.
Según él mi capacidad para dar lo mejor de mí mismo ese año había llegado a su punto álgido. Don Antonio acumulaba la experiencia suficiente como para saber que tras mi esfuerzo inicial iba a ser imposible superarlo con esa segunda intentona, porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
Con esta pequeña anécdota quiero dejar claro mi manera de enfrentarme al deporte. Mi inconformismo estaba y sigue estando a prueba de bombas. Cada cual tiene que averiguar cuáles son sus puntos fuertes y débiles y, sin duda, creo saber cuáles son los míos.
Cuando nos estancamos o nos lesionamos tenemos que tomar medidas y acudir al entrenamiento cruzado. Al final el mejor corredor es el más completo, el más armónico. Hay que aprovechar estos periodos para hacer una buena base: caminatas por la montaña, natación, esquí, bicicleta, patinaje y un sinfín de deportes.
Hace años –gracias a estar lesionado- le di a la bicicleta y anoté estos pensamientos:
«Estoy convencido que hará de mi un corredor más completo. Yendo en bici no me duele el talón y me permite varias cosas: trabajar la fuerza cuando abuso del desarrollo, trabajo la cadencia de pedaladas subiendo piñones y sobre todo no cojo peso e incluso lo bajo.
Acumulo semanas de 200 kilómetros con la mountain bike intentando rodar más cerca de los 30 que de los 25 km/h. Intento mantener el VO2Máx en 64 y para ello trabajo lo más posible con plato grande y piñón pequeño. Incido en las 80 pedaladas por minuto.»
En ese periodo de tres meses (en los que no podía apoyar el talón por la dichosa bursitits) estuve analizando los Pros y Contras de la Bicicleta.
Cosas a favor:
1. Apenas lesiona. No hay impacto contra el suelo.
2. Hay piñones y platos para avanzar, puedes jugar con ellos según el terreno.
3. La sensación de velocidad es mucho mayor: hacer kilómetros a menos de 2 minutos es una experiencia especialmente golosa.
Cosas en contra:
1. Posibilidad de caídas. Convivencia con el tráfico y sus peligros.
2. Necesitas más tiempo para gastar las mismas calorías que cuando corres.
3. A más velocidad, más frío. Posibles catarros en invierno.
4. Viento en contra: una experiencia muy desagradable.
El entrenamiento cruzado, en concreto con la bicicleta, es una manera excelente de trabajar la condición física sin lesiones. Animo y a por ello cuando la temporada empieza o cuando estés parado por lesiones incompatibles con correr.