Hace años si querías entrar en una dinámica de entrenamientos dirigidos lo que habitualmente hacías era incorporarte a un CLUB DE ATLETISMO, y en mi ciudad en esa época no habría más de tres o cuatro.
Según vivieras en un barrio o en otro, según fuera la edad media de los integrantes o las afinidades con alguno de ellos, o según fueran tus intereses, te encaminabas hacia la pista de atletismo o hacia la ruta.
También se veían corredores que a título individual trotaban sin más. Imposible verlos hacer series o cambios de ritmo, se limitaban a trotar.
Los que íbamos a los clubes nos interesaba mejorar nuestro rendimiento. Los que iban por libre miraban más por una vida saludable y por la participación en las pocas carreras populares que había entonces. Costaba ver corredores llegar a meta por encima de los 60 minutos en la 10k, por encima de las 2 horas 15 minutos en la media maratón y por encima de las 4 horas 30 minutos en la Maratón. Si lo hacían, llegaban en solitario o como mucho en grupos de dos.
Han pasado los años y esto ha cambiado. En todas las ciudades existen muchos grupos de entrenamiento. La oferta ha intentado cubrir la demanda. El corredor popular ha entrado en la dinámica del progreso deportivo pero, a la vez, intenta agarrarse con uñas y dientes al aspecto social y relacional del deporte.
A los corredores podríamos, también hoy, dividirlos entre los que siguen -o no- un plan de entrenamiento. Si sigues un plan, puedes encajar en las siguientes categorías:
A los que les resulta más fácil no tener que tomar decisiones sobre lo que hacer o no hacer y así tener un qué y un cómo entrenar cada día. Sería el caso de los que, por motivos de «seguridad», no desean tener lesiones y coger hábitos buenos.
A los que quieren entrenar arropados por un grupo. Les compensa las relaciones interpersonales que se generan y les da un poco más igual quién les entrene mientras esté fulanito o zutanita. Para ellos el grupo prevalece frente al entrenador que dirige.
A los que quieren a tal entrenador porque consideran que es mejor que el anterior que tuvieron. Confían en la experiencia y conocimientos del entrenador, en su manera de entrenar. Consideran que estaban desaprovechados o que la sintonía no era la adecuada. De manera inteligente deciden que su estancamiento pueda romperse gracias al nuevo entrenador.
Si crees que tu entrenador no te valora, no resalta tus virtudes, no tiene la ciencia o la experiencia suficiente, te deja de lado y hace más caso al resto, si crees que pierdes el tiempo. Date prisa, abandónalo y busca otro rápidamente.
Un entrenador debe ser un maestro, un amigo, un padre, un hermano mayor que exige pero que se da. Se preocupa por tus sueños y trata de posibilitarlos, ha pasado por la misma angustia que tú cuando exprimes tu cuerpo en busca de la superación de ti mismo. Sabe de tu implicación hacia el deporte y, con empatía, te exprime hasta donde tú le dejes.