Gracias a Dios

No me veréis discutiendo por temas políticos, futbolísticos o por cuestiones en las que las visiones son tan variadas como lo son las personas.

Lo mío es hablar con pasión de correr que es en lo único que quiero ser realmente friqui. No pretendo generar ningún debate ni pontificar sobre nada, porque a lo que me dedico fundamentalmente es a hacer pensar, a cuestionar las cosas y en definitiva a exponer lo que, desde mi interioridad, sea común al resto de corredores.

Cuando alguna idea me ronda en los trotes -y os aseguro que crece en intensidad conforme pasan los kilómetros- es cuando decido publicarla. Hoy voy a contaros algo que sólo podemos ver con los ojos del corazón, y siempre que abres tu corazón te expones y te arriesgas a ser juzgado, pero bien mirado esto de correr también es un deporte de riesgo: lesiones, enfermedades, circunstancias vitales adversas, problemas, contrariedades, reveses…

La plenitud deportiva es un regalo que pocas veces experimentamos ¿Y a quién o a qué se le deberían de dar las gracias por tan generoso obsequio? ¿A mi planificación sin tacha? ¿A mi privilegiada genética? ¿Al azaroso destino?

Porque somos poca cosa. Nos damos cuenta -y más con los años- que la vida es lo que se nos va deslizando mientras vamos haciendo otros planes que lo más seguro nunca se concreten.

defar

Campeona olímpica 5.000 metros en Londres 2012

No soy muy amigo de alardes religiosos y estoy ya muy saturado de propagandas y postureos. Después de tantos ratos de soledad acumulando kilómetros he acabado por ser una persona principalmente reflexiva, pa dentro. He intentado ahondar (espero que con éxito) en la búsqueda de razones válidas para vivir y por las que vivir. El silencio es el mejor adorno de cualquier espiritualidad y corriendo he encontrado infinitos momentos de estar con uno mismo sin aderezos. Pienso que NO somos un puñado de células con un mejor o peor acierto al ser juntadas. La libertad personal y la adecuada utilización de nuestros talentos en cualquier faceta de nuestra vida serán el condimento a una vida de provecho.

De pequeño me enseñaron que había que «actuar como si todo dependiera de ti y rezar como si todo dependiera de Dios». Buena idea que tiene muy pocos atajos. También me dijeron que las ideologías no hacen mejor a nadie y que son las obras las que dan razón de la bondad de las personas. Que a una persona hay que juzgarle por sus actos y que éstos deben de ser coherentes a sus pensamientos. Ay de aquellos que pensando de una determinada manera crean que son de una especie superior.

Mi religión valora el esfuerzo y la actitud, la intención recta. El hombre no es la medida de las cosas sino la obra más perfecta de todo el universo. Hay que aprender a trabajar con detalle, con los adornos que son exclusivos de los humanos: entrega, compromiso, orden, puntualidad, limpieza, diligencia, fortaleza, compañerismo y solidaridad. Mi religión es misericordiosa y sabe mucho sobre cómo encajar los golpes. Reconoce el pecado con esperanza y eterna posibilidad de perdón. Hay espacio para las enésimas oportunidades, para recomenzar sin descanso.

Todo tiene sus reglas. Estamos obligados a dormir unas horas al día, a ingerir alimento y bebida, a desatascar cada cierto tiempo las tuberías. En esto no nos diferenciamos de los animales. El ácido láctico existe para todos, la fatiga nos visita,… nadie escapa a las leyes físicas que nos ponen cara a cara con el dolor e incluso la muerte. Y no por ello somos menos felices. Gracias a la ley de la gravedad corremos aunque nos gustaría volar como los pájaros. El relativismo no tiene cabida en la mente del corredor que vive de décimas y de centímetros. Una finalidad -por muy buena que sea- nunca justificaría unos medios ilícitos e injustos para alcanzarlo. Somos piratas felices por haber encontrado el mapa del tesoro, de ese tesoro que son nuestros sueños deportivos, familiares y profesionales.

Las normas nos dan la felicidad. Sin ellas somos seres errantes, sin norte ni guía. A ellas invoco; Son las que pone un Padre tierno para que sus hijos sean felices. Correr es, sin duda, una manera estupenda de rezar.

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4 comentarios en “Gracias a Dios

  1. Partiendo de que mi formación profesional está fundamentada en las normas pero también en el ingenio, siguiendo con que para mi desarrollo personal en la vida necesito un orden y como tu dices un norte a donde guiar mis pasos, he de reconocer que hay personas en las que precisamente la existencia y el seguimiento de una normas les genera ansiedad en lugar de sosiego. Hablo de ese orden desordenado en el que también se genera felicidad.
    La actitud, el esfuerzo, son unos valores esenciales para todo ser humano, o quizás deberían serlo y con los míos, que no sólo con mis palabras, trato de inculcarlos a mis hijas, puede que corriendo sea una muestra de ello.
    Un saludo

    • Hola Jorge

      Gran tema el de las normas que ahogan. Es complicado muchas veces el ver la felicidad en una norma. Nos pasa a menudo con los entrenamientos para el maratón. ¿Cuántas veces hemos de representarnos en la meta con el placer y felicidad de ver el crono esperado encima de nuestras cabezas, ante un entrenamiento exigente?
      Estoy convencido que correr es una buena metáfora de todo lo relacionado con lo divino. Tenemos un objetivo, unos medios (las normas) y un premio que nos está esperando si somos fieles a un obrar en conciencia. Además no todos los días salen los entrenos a pedir de boca y también nos lesionamos y tenemos que pasar los boxes.
      Mis hijas de 18 y 15 años espero que vean en su padre a un amante de la cultura del esfuerzo y de los pequeños detalles.
      Un abrazo Jorge y gracias por escribir.

      Juan

  2. Un buen día se cruzó en mi vida un veterinario con quien, no sé muy bien porqué, «contactamos». Algo más joven que yo -pero de la misma hornada- ve con desaliento cómo curso tras curso la cultura del lesfuerzo quedó atras en otras generaciones… me lo cuenta a menudo con la desazón de quien se ve cautivo de un sistema que le encorseta en la docencia y prima relajar los estándares.
    En cierta ocasión me dijo que mi mentalidad ingenieril me hace daño.. sin que yo lo sepa. Nunca lo pensé así. Creo que es cierto. Pero cuando estoy solo corriendo, por rutas que he repetido montones de veces, se inicia un discurso interior, surge sin más. Me doy mi tiempo para reflexionar sin rumbo, creo que es mi momento de anarquía, de dejar libre mis pensamientos, de romper los corsés. Me ayuda a seguir mirando lejos, rodilla arriba, cadera alta… Luego todo termina, tras la ducha ya vuelve el yo sistemático, repleto de planes. Pero algo ha cambiado, me siento un poco mejor persona, he vencido.
    Mañana volveré al curro, oiré que hace mucho calor por las tardes que no apetece salir. Yo seguiré sufriendo por dentro por no poder hacerlo, mirando mis zapas y esperando mejorar. No soy cobarde por correr, los cobardes son quienes no se enfrentan a sus retos, quien sucumbe al desaliento y quien no saborea los sinsabores del mundo imperfecto (lesiones), que a la postre nos hacen un poquito mejor. Correr me hace ser mejor. Me organiza, me acerca a otra realidad.
    Me apetecía compartir esto con todos.
    Gracias por tus lecturas Juan, son siempre un momento de reflexión.

    • Hola Antonio

      Un ingeniero está preparado para dar explicación a todo pero hay cosas que no la tienen, como la Fe, la Esperanza y la Caridad.
      Gracias por escribir y un muy fuerte abrazo. Cúrate pronto, necesitamos un ingeniero rápidamente jejeje
      Juan

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