Me gusta sentir el cansancio

¿Por qué el ejercicio físico nos produce cierto placer? ¿Es ésta una manera sofisticadamente rarita de gozar en el primer mundo, más propia de ociosos estoicos que de gente de bien?

No sé si os habrá pasado, a mí más de una vez porque vivo en una calle peatonal del barrio de la magdalena de Zaragoza, que ancianos, incrédulos y un tanto enfadados, me han llegado a decir que por qué me cansaba, que qué necesidad tenía de pegarme esas carreras que a ellos se le antojaban palizas, «…ya llegarás a mis años y no te podrás mover de lo que estás ahora castigando a tu cuerpo».

Siempre he llamado a la fatiga que me produce correr como un «cansancio bueno», el que sentimos después de unos kilómetros y que quizá el que no corra o empiece a hacerlo no entenderá nunca. Porque no tienen todavía el hábito. Ya lo dijo Aristóteles: «Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito».

Experimentamos la dualidad descanso/cansancio ¿Os imagináis un mundo sin noches y sin sueño reparador? ¿Os imagináis una vida laboral sin picos de trabajo? ¿Un hijo sin sobresaltos? ¿Os imagináis un trote sin su ducha, paradigma de la recompensa y de la limpieza?

Recordamos perfectamente la satisfacción del trabajo bien hecho precisamente porque nos ha costado sudor y lágrimas, el placer se genera por el cumplimiento del deber, perduran las sensaciones físicas placenteras durante un tiempo (no llega más allá de las 24 horas o incluso menos) después de una tirada larga o de unas explosivas series.

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Más allá del recuerdo del entreno que nos acompañará durante todo el día, las sensaciones de cansancio, ligereza, cierta calentura y relajación harán que todo sea, a partir de entonces, premio. Supongo que después de una ardorosa batalla el soldado sentiría algo parecido. En este caso no hay vencidos: la pereza, la desidia y el desánimo son los únicos que han podido quedar en mal lugar. Y ganaron la autoestima, el optimismo y las ganas de luchar. Porque la vida es lucha y un corredor es lo más parecido que hay a un guerrero.

Igual que nuestra madre cuando nos ponía el alcohol en la herida y nos decía que era por nuestro bien, así también el cansancio de correr nos cura y nos repone del cansancio ¿Qué? ¿No lo entiendes ya?

Acabaré con una frase del más grande, de Emil Zatopek, “No pude caminar durante una semana después de tanto que la carrera sacó de mí. Pero fue el agotamiento más agradable que he conocido”.

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