Lap

¿Estás en el lado oscuro de la fuerza y, algunos días pareces Anakin Skywalker transformado, con dificultosa respiración y mirada inquietante, en Darth Vader? ¿No sabes todavía de qué te estoy hablando?  ¿Te suena la tortura que suponen las recuperaciones incompletas, la agonía calculada por y para mantener esas pocas fuerzas que te eviten sucumbir a los esfuerzos submáximos y todo lo que tenga que ver con el entrenamiento fraccionado, sean series, fartleck o cualquier manera insidiosa de aumentar las pulsaciones y bajarlas más tarde con la idea de reincidir en una secuencia malévola pero previamente prevista?

En los entrenos la recompensa la obtenemos exclusivamente en el esfuerzo, es más difícil mantener la motivación. Días anodinos que tienen sentido porque así nos lo han contado o porque la experiencia es tozuda y nos muestra que pasar penurias es la causa próxima del rédito deportivo. Te encuentras a solas con el dolor pero nadie aplaude tu encomiada actitud de superarte. Correr se convierte, más que nada, en un reto por sacar lo mejor que llevas dentro como si se tratase de una prospección en las profundidades de tu voluntad. Debes ir más allá del punto en el crees que vas a morir.

«Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones para cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados, y así aguantar cuando ya no te queda nada salvo tu Voluntad que te dice: Resiste«. Con esta frase Rudyard Kipling expresa nuestra relación amor-odio con el botón LAP de nuestro reloj de pulsera.

Ejemplo de 10 cambios de 2 minutos recuperando 1.

Al final le coges cariño por tocarlo tanto. El momento de presionar el LAP forma parte del inevitable ritual que nos acerca a la agonía, paso necesario pero angosto a paraísos prometidos. Aprendes, te va la vida en ello, a saber sin dudar si está ubicado a la izquierda o la derecha, si arriba o abajo. Es testigo de tus momentos más perros, los que nacen de pulso disparado y nubarrones en tu cabeza.

Con el lactato atenazando, el momento de apretarlo de nuevo no llega nunca. Flipas al pensar cómo has podido atinar con el dedo medio (el más largo) con la presión justa mientras que el pulgar ha hecho simultáneamente una labor de presa y has dado la orden precisa para impactar eficientemente en el botón deseado. Ya sea porque toca empezar la nueva repetición, ¡hacerlo apetece cero! o porque ese día tocan cambios de 2 minutos recuperando 1 al trote suave, la cuestión es que nunca viene bien del todo.

Momento duro el de abandonar la pausa (¡cómo aprecias el valor de un segundo) y tener que darle de nuevo al lap para retomar la agonía, igualito que si fueras pez y te sacasen del agua, abres la boca con desespero. Tus babas caen con libertad, las energías las necesitas para mantener el ritmo autoimpuesto, los ojos están perdidos en el inminente e infinito dolor que llegará sin falta porque has venido a esto. No es momento de fotos y son breves los segundos de azufre de esta semana que sin duda recordarás con cariño pero sólo cuando formen parte de tu ya glorioso pasado. ¿Vivirás para contarlo? En eso confías pero cuando el presente te acucia y el botón te está esperando quieres morir. Te entiendo y te admiro. Estás rascando con sucias uñas la tapa (por la parte interior) de tu tumba con la fe y el decoro del que siempre sale a la luz del nuevo día.

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