Soy un buscador insaciable de instantes perfectos. Cada año me asaltan tres o cuatro momentos irrepetibles que lo son por circunstancias diversas y que tienen que ver con el momento anímico que llevo dentro.
Corro porque es mi rato de soledad diario en el que me encuentro y me entiendo, me comprendo.
Corro porque quiero significarme de la multitud. Ser un leader, un gurú, un mesías. Alguien que arrastre y no sea arrastrado por la corriente.
Corro porque al hacerlo me reúno con todas las personas que he amado. Sobre todo aquellas con las que tuve proyectos de futuro. Con ellas convivo a diario, hablo con ellas, me las imagino y las rememoro, les sonrío y me sonríen.
Frecuentemente, cuando corro, me vienen las lágrimas a los ojos. Me imagino cosas que provocan una imperceptible inundación. Así, con bastante frecuencia, me encuentro en el trote con los momentos culminantes de mis mejores películas, porque tienen un guión personalísimo e interpretado por el mejor reparto posible.
Así consigo tantas veces enjuagar los errores del pasado, desempañar lo turbio, lo que me gustaría que quedase en el olvido de los tiempos. Y es cuando pienso que crecí en la renuncia. Que valió la pena tanto amor no correspondido o tanto amor que por culpa de la inmadurez hizo que se agostase.
Corro porque es cosa de desmemoriados. Se sufre tanto que nunca debiera repetir, pero vuelvo a caer un día más en el lavadero de la memoria y la imaginación.
Corro porque, en el fondo, me gusta ser diferente al común de los mortales. Me gusta considerarme miembro de una estirpe de escogidos. Tener la suerte de pertenecer a ése tipo de personas que, sin vanagloriarse de serlo, se sienten incomprendidos y marginados por emplear tiempo y esfuerzo en cosas inútiles. Soy una persona que no quiere solamente sobrevivir. Busco el relieve en mis emociones y en mis pensamientos a través de mis pasos.
Porque he recorrido infinidad de caminos y me he esforzado en multitud de competiciones, pero al final, en el fondo, todo se vive por dentro pero necesité construir un imperio de pasos.
Todo se resuelve en tres dimensiones cuando corro. Todo adquiere un color y un realce propios de guiones redondos de películas redondas de actores redondos y de crítica unánime.
La vida misma: ése reto constante en el que fluimos y donde todo se desliza.
Ese ratico diario en el que se medita todo o no se medita nada. Esa necesidad diaria de silencio voluntario para enfrentarse resueltamente con las obligaciones posteriores. Esa manera ermitaña de ser más sociable.
Cuantas más vivencias se acumulan, más hondo es el saco de dónde extraigo nuevas experiencias en forma de pensamientos y emociones. El transcurrir de años con una misma melodía de músculos y sensaciones.
Porque cuando corro soy mejor persona. Si. Convengo en dar demasiado poder a una actividad tan simplona pero no es tan inocua…es una manera de expresión, una manera de ver la vida, una manera de enfrentarse a los problemas, un momento de meditación, de relajación extrema, una suerte de catarsis.
Corro porque, por momentos, hago lo mismo que los atletas profesionales: sus mismos gestos técnicos, su misma facilidad con la que se deslizan por el tartán o el asfalto. Siento lo mismo que ellos; es decir, una suerte de soberbia por sentirme por encima del común de los mortales, ya que es objetiva la materia de su éxito: el tiempo cronométrico y la distancia recorrida.
Corro porque al hacerlo estoy representando una obra de teatro perfecta, una ópera emérita, una canción redonda que cuando oyes por primera vez te atrapa por obra de embrujo. Un arte privado y delicioso. Y me convierto en único espectador de mi propia representación. Y la gozo como un niño. Y me gustaría compartirla con mis allegados, pero ellos tampoco me entienden. Y, en silencio, me quedo con mi dicha y mi congoja por la incomprensión que sé que genero.
Corro porque la manera de hacerlo me importa más que su eficacia. Porque la ganancia está en la facilidad. Porque me machaco para que sea todo más fácil.
Porque a diferencia del resto de cosas que habitualmente hago es la única que se mantiene imperturbable y perenne. La que nunca falla. La que me acuna y me da sosiego.
Corro porque aprendo mucho observando a las gentes de cada barrio de la ciudad. Cada barrio tiene su carisma, sus ropas, sus costumbres y sus rutinas. Y me imagino la vida de tantas y tantas personas que pasan a mi lado y que no imaginan lo que hablan sus andares y sus caras. Y por la rapidez de mis pasos lo observo todo en tiempo real ya que la ciudad se hace más pequeña cuando la abordo en varias zancadas y saltándome todos los semáforos.
Corro porque han sido infinidad las mujeres bellas con las que me he cruzado y he tenido irrefrenables ganas de parar, de mirar con descaro sus miradas furtivas y de quedarme a vivir con ellas en los fugaces semáforos. Vete a buscar lo que te haga feliz que el tiempo corre muy deprisa. Y no te entretengas en tonterías….
Corro porque de ésta manera vigilo que todas las calles sigan en su sitio, que la naturaleza me esté esperando y que el frío y el calor me regalen la posibilidad de combatirlo. Me encantan la naturaleza salvaje: el frío extremo, el calor insobornable, la lluvia despiadada, la lenta nieve, el viento huracanado….
Corro porque la pesada cruz del quehacer diario se vuelve más liviana cuando merodeo sus senderos. Corro en busca de salidas por no encontrar el camino hacia un mejor destino. Al horadar los caminos y en esa espera el destino me encuentre preparado para lo más conveniente en cada momento.
¿Por qué corro? (1) (pincha aquí)
¿Por qué corro? (y 3) (pincha aquí)
Felicito tu habilidad para expresar lo que es tan complicado de hacer, y hacerlo de ésta manera tan justa, y acertada a la hora de describirlo…
Siempre es un placer leer lo que se viene.
Saludos.
Hola Natalia:
Muchas gracias por tus palabras. Al final corramos a 7 min/km o a 3 min/km estamos todos hechos de la misma pasta. Un saludo y muchas gracias.
Juan