En este 2020 he corrido 4.660 kilómetros.
A pesar del confinamiento -o precisamente gracias a él- me han salido cerca de 13 kms diarios de media.
Sin carreras, el objetivo fue el de construir una buena base para elevar un edificio esbelto, que espero sea este 2021.
Hay una canción de Depeche Mode titulada «walking in my shoes» que como podéis imaginar, va de no juzgar al prójimo ¡Cómo cuesta no hacer continuo escrutinio del comportamiento de las personas! ¡Qué fácil resulta convertirnos en jueces de la moral exquisita que -pensamos- ha cristalizado en nuestra esmerada educación! No juzgar nunca debiera ser el hilo conductor de nuestras relaciones personales.
No acepto que me llamen raro. Una cosa es ser raro y otra muy distinta es hacer cosas poco habituales. Ser un friki debería ser un valor. Soy ultrafondista a mucha honra.
Correr, al fin y al cabo, es mi hobby. Y los hobbies dan a veces la sensación de ser algo pasajero. Los años me han dado la razón. Fui juzgado en su día por hacer algo inútilmente improductivo. Lo provisional también tiene valor. Qué interesante es encontrar pronto un hobby y no salirse ya nunca más de él.

Todos intuimos cuándo nuestra actuación es correcta o es más idónea que otra.
He sentido -en mi vida muchas veces- que actué en contra de mis principios y que no fui capaz de hacer lo más correcto. Pero en esto del correr siempre sentí que estaba meando dentro del tiesto. Acepté que correr me servía para encontrarme a mí mismo. Mis recurrentes kilómetros me ayudaron a conocerme en profundidad e incluso correr se transformó en mi esencia. Me convertí en lo que hacía habitualmente.
Correr te aleja de la hipocresía: te acostumbra a aplicarte estándares más altos que los que aplicas a los demás, evita que aceptes reconocimientos si no estás dispuesto a aceptar la culpa por tus actos erróneos, también porque intentas predicar solo lo que ya practicas y porque prometes menos e intentas rendir siempre por encima de tus promesas.
Los árboles -que fueron mis zancadas- me dejaban ver el bosque de mi existencia.
Hay una norma que hace que la vida la manejes con solvencia: la perfección nace siempre de la repetición.
Me convencí de una cosa: no hay hombres perfectos, sino intenciones perfectas. El mensaje nunca se desvirtuará por culpa del mensajero.
Ya lo decía Antonio Vega en la canción «Lucha de gigantes»: no quieras ocultar que has pasado sin tropezar.
Para enmarcar ese Excel bueno y tenerle cerquita de las últimas playeras…
Que nadie marque nuestra forma de vida,mi teoría, que digan lo que quieran,yo a lo mío.Un placer leer tus comentarios, gracias