Es normal que no sepamos la talla que usamos. Los corredores vamos a la tienda o compramos por internet con la frase bien aprendida: “Calzo un 43-44”.
¡Cuántas uñas destrozadas sin necesidad! ¡Qué molesto es correr con los dedos entumecidos por la presión sutil de un pie sometido al constante movimiento de basculación hacia delante con el consiguiente choque! El calzado técnico se talla por medios números y es una suerte, porque nuestros dedines no han de ir encajados como el zapatito de cristal de Cenicienta. La aplastante realidad de la comodidad debiera hacernos coger casi dos tallas más para correr que para el calzado del día a día.
Tiene que haber casi un centímetro entre el dedo más largo del pie (no siempre es el dedo gordo, puede ser el de al lado) y el final de la zapatilla. El motivo es muy sencillo: al correr y por efecto de la inercia, los dedos basculan hacia delante en el momento del impacto por efecto del inevitable frenazo. Es vital, al igual que sucede con los automóviles en la carretera, dejar una distancia de seguridad. Un solo golpe no sería significativo pero la reiterada reiteración de pequeños golpes, provocan hematomas y rozaduras muy dolorosas en dedos y uñas.
Corriendo por montaña todavía se acentúa más. En las bajadas el frenazo es mayor y se castigan severamente los pies.
Hemos hablado del hueco que tiene que existir en la parte delantera pero, a la vez, es necesario que el talón esté perfectamente sujeto. Tan mala es una zapatilla pequeña (es más frecuente este caso) como una zapatilla tan larga que se nos salga.
Las zapatillas no aumentan de talla con el uso. Es una creencia muy extendida e incorrecta. Las zapatillas cogen la forma de nuestro pie, pero en ningún caso se dan de sí.
Pierde tiempo en elegir bien la talla porque de nada sirve una gran zapatilla si es pequeña o grande. El tamaño si importa.
Completamente de acuerdo .
Hola José Carlos. Un abrazo muy fuerte. Nos vemos por el parque…y en las carreras. Juan