De las causas y los efectos

Hace años publiqué lo que creía que era la esencia de la mejora deportiva y que también se podría extender a nuestra mejora en el día a día. Pienso que para todo en la vida hay que tener resortes y rutinas.

Sigo sin tener claro si el orden de estos dos factores altera el producto, pero lo que si que tengo claro es que, gracias a Dios, hay corredores que tienen el hábito de salir a correr y a veces siento que tengo algo de culpa. Bendita culpa la de inculcar en las personas un estilo de vida saludable basado en el movimiento, en el contacto habitual con el sol y en la reincidente visita a la lavadora mental que supone la repetición de jadeos y superaciones personales.

Pero ¿Qué hacemos con los corredores que tienen ya instalada la rutina del correr? ¿Cuál sería el siguiente paso, o me complazco en lo obtenido y lo dejo estar?

Todos los corredores empezamos a correr por algo o por la mezcla de varios algos. Lo más seguro es que el paso de los años hayan cambiado las motivaciones iniciales. Lo más seguro es que sean ahora todavía más puras o sinceras, más desinteresadas.

Sin entrar al detalle de las motivaciones actuales que tengamos al correr, soy de los que seguirán indagando en las motivaciones o causas últimas del porqué corremos. Acrecentar los resortes es la tarea de todo corredor que haya pasado la primera pantalla de las rutinas.

Las causas últimas de todo parece cosa de psicólogos o moralistas y he de reconocer que me va un poco ese rollo. A una persona que tiene rutinas sólo queda rascar en su mente para seguir dando razones poderosas a su correr.

Hay un concepto sobre el que me gusta pensar y es el de la destrucción creativa de Joseph Schumpeter. De cómo el corredor ha de destruirse en cierto modo para crecer.

A diferencia de los políticos, que en campaña electoral hacen lo imposible por tu voto y el ciudadano se siente utilizado en la medida en que sólo tienen por ti un interés numérico, un entrenador no se puede limitar a ser complaciente con sus entrenados, no busca su voto. Tiene que actuar sobre la persona en su totalidad, sobre la otra parte del rendimiento que es la mente. Y las más de las veces escuece. Cuando un entrenador hace preguntas incómodas o plantea soluciones a problemas no solicitados, creo que es importante escucharle. Un entrenador no pretende solucionar tus problemas vitales, pero las más de las veces son la llave para el resto de cosas como lo es, por ejemplo, correr.

¿No crees que el deporte te ayuda a ser mejor persona? Yo lo creo a pie juntillas. Gracias a él somos mejores personas: más disfrutonas y más estoicas, más sociables y también felices en la soledad, con un diálogo a la vez exigente y cariñoso. Nunca encontré a persona que haciendo deporte estuviera menos balanceada.

Porque tengo claro que para rendir hay que actuar sobre el soma pero también sobre la psique. Que correr es un deporte mental está más que claro. Que la mente nos lleva a lugares que nuestro cuerpo a priori rechazaría, también.

¿Por qué nos gusta correr? Lo tengo claro, es el rato diario de alinearnos con nuestra mejor existencia, la que es propia de los santos, poetas y guerreros. Y éstos ni saben ni sabrán nunca lo que es el miedo. Ese miedo paralizante que nos impide avanzar.

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